El
pasado martes el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, presentó el
mensaje político con motivo de su segundo informe de gobierno, en el que
resaltó las once reformas aprobadas por las Cámaras del Congreso, que prometen
cambiar el futuro económico del país.
Un
día antes, el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cumplía con
el mandaro constitucional y entregaba el texto y los anexos del informe, al
diputado Silvano Aureoles Conejo, presidente del Congreso de la Unión.
Esta
nueva configuración del país deberá demostrar que las reformas aprobadas
tendrán efectos sobre el crecimiento y calidad de vida de la población.
No
obstante lo anterior, el Índice de Competitividad Global 2014 – 2015 que expide
el Foro Económico Mundial, afirma que nuestro país cayó seis lugares para
ubicarse en lo sucesivo, en el lugar 61 del ranking. El organismo internacional
afirma que Chile, Panamá y Costa Rica son los países más competitivos de
América Latina, aunque no le crea del todo, porque dice que Brasil bajó sólo una
posición y se ubica en el lugar 57, cuando su presidenta Dilma Russeff, acaba
de declarar al país en recesión.
Además
la reciente encuesta de Mitofksy arroja que el 47% de los encuestados aprueba
la gestión del presidente, en contraste con el 51% que lo reprueba.
De
los anteriores números habrá quien censure la gestión de Peña Nieto, mientras
que seguramente haya quien opine lo contrario. Lo cierto es que lo coloca en un
empate técnico, pero con la desventaja de que la ciudadanía espera que el
entusiasmo mostrado por el Ejecutivo Federal en las reformas señaladas, se vea
reflejado en los bolsillos y en la mesa de las casas de este país.
Es
muy problale que esos cuatro puntos porcentuales a que se refiere la casa
encuestadora citada, lo constituyan tres temas básicamente: la sensación de
inseguridad, la insuficiente economía y, una última, en la ausencia en el
combate a la corrupción, que desmoraliza por su falta de justicia y prevalencia
de impunidad, tema pendiente de una nueva reforma.
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