Citas memorables de la historia de México

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sábado, 30 de enero de 2010

Los que saben

Juristas, politólogos, economistas y especialistas internacionales, se dieron cita en la vieja casona de Xicoténcatl -sede del Senado-, para analizar la iniciativa de reforma política del Presidente Felipe Calderón.

Con excepción de José Antonio Crespo y Jorge Castañeda, nueve politólogos y constitucionalistas consideraron riesgosa, inacabada y en algunos puntos inoperante la propuesta citada.

Los expertos opinaron que la reforma contiene riesgos de una regresión autoritaria, y señalaron preocupaciones de diversas índoles.

Por su parte, senadores del PRI y PRD, coincidieron en señalar que dicha propuesta, es insuficiente y necesita revisión para incluir temas no abordados o incompletos. El PAN en el Senado le reiteró su apoyo.

Esta reforma no busca el regreso a un sistema autoritario, irrespetuoso de las esferas de acción y la autodeterminación de los poderes, por el contrario, busca fortalecer la democracia mediante mecanismos de representación ciudadana, por vías de generación de consensos y a través del fortalecimiento del federalismo”, dijo el Secretario de Gobernación,  Fernando Gómez Mont, durante el acto de clausura.

Contra los críticos de su reforma, el presidente Felipe Calderón, los acusó de privilegiar las maquinarias partidistas por encima de los ciudadanos y de seguir optando por un sistema político cerrado y bajo su control.

Seguramente los especialistas deben saber para opinar en ese sentido, como en su momento, un par de personas opinaron sobre dos hechos distintos.

El primero hecho, Gustavo Aguirre Bernavides, el menor de 4 hermanos de una familia de Parras, Coahuila, cuando el 10 de abril de 1912 zarpaba a bordo del buque alemán S.S. Frankfurt, de Galveston en los Estados Unidos, para buscar su futuro en Alemania.

El mismo día en Southampton, Inglaterra, partía en su viaje inaugural, el R.M.S. Titanic, con más de 1,500 personas a bordo, entre quienes se encontraba Manuel Uruchurtu Ramírez, diputado mexicano a la XXV legislatura, quien regresaba de visitar en Francia, al ex vicepresidente porfirista Ramón Corral.

La noche del 14 de abril, Gustavo se encontraba en el cuarto de comunicaciones invitado por un Oficial y percibió que algo grave había sucedido: No cesaba de repiquetear el telégrafo inalámbrico: “Hemos chocado con un iceberg”, “Vengan de prisa”, “Nos hundimos de prisa” “Estamos sacando a los pasajeros en botes pequeños”, fueron los mensajes descifrados por los radiotelegrafistas del buque a los llamados del Titanic, escuchados también por el S.S. Ypiranga, el mismo barco que Porfirio Díaz abordaba el 31 de mayo de 1911 en Veracruz, para exiliarse en Europa.

El S.S. Frankfurt se dirigió al rescate, junto con el R.M.S. Carpathia. Todo fue imposible. Se contabilizaron hasta 50 témpanos de hielo, entre escombros del Titanic y muertos.

Cuando Gustavo murió en 1982, su hijo Eugenio Aguirre descubrió entre los papeles de su padre, un viejo documento doblado en cuatro partes y de color amarillo: Se trataba de la carta de navegación que le obsequió el capitán de aquella nave, que trató de llegar a salvar vidas, la madrugada del 15 de abril de 1912.

El segundo hecho, el diplomático mexicano Gilberto Bosques Saldivar, quien ayudó a escapar a alrededor de 30,000 personas -judíos principalmente- de la ocupación alemana en Francia en 1942, en su calidad de Cónsul en Paris. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas, de abrir las puertas de México a los republicanos españoles  exiliados en 1939.

Era tal la cantidad de refugiados que buscaban asilo mexicano, que Bosques instruyó al personal del consulado para ayudar a cualquier persona que solicitaba escapar a México, y así, lentamente fueron saliendo, a los cuales el Gobierno mexicano les ofreció nuestra nacionalidad de inmediato, en caso de que quisieran adoptarla, haciendo frente al hostigamiento de las autoridades pro alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno español de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.

Bosques presentó la decisión mexicana: La nota de ruptura de relaciones diplomáticas, y después, el consulado mexicano fue tomado por tropas de la Gestapo alemana. Bosques, su familia y otros 43 mexicanos -personal del Consulado- fueron arrestados y, llevados como prisioneros de guerra a Bad Godesberg cerca de Bonn, en Alemania.

Allí, Bosques y los mexicanos duraron casi 1 año, continuando con su vida: Celebraron festividades mexicanas -como el grito del 15de septiembre-, y destacó la actitud del buen diplomático mexicano ante un oficial alemán: “Le manifesté que todo el personal mexicano se sometería al reglamento que acababa de leernos, porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban ellos con los prisioneros”.
 
Bosques y los mexicanos, fueron intercambiados por prisioneros alemanes. A su regreso a México en abril de 1944, miles de refugiados españoles esperaban en la estación de ferrocarril al también llamado “Schindler mexicano”.
 
Gustavo y Gilberto, lo supieron en su momento.

sábado, 23 de enero de 2010

El beneficio de la duda


Al comparecer ante la Comisión Permanente del Congreso, el Secretario de Seguridad Pública federal (SSP), Genaro García Luna, dijo que la mayor parte de la delincuencia que agobia al País, implica delitos que deben ser perseguidos por los gobiernos estatales, y no por la Federación.

Entre una lluvia de cifras, afirmó que el 93 % de los delitos que se denunciaron en 2009, son del fuero común, pues tan sólo por robo se presentaron 672 mil 411 querellas.

Recalcó que la violencia obedece al crecimiento del consumo de droga, pues "Se estima que un millón 700 mil personas consumen cotidianamente cocaína y 3 millones de mexicanos son consumidores de mariguana, lo que representa un importante mercado interno".

El 24 de septiembre pasado, mientras comparecía para la Glosa del Tercer Informe de Gobierno, fue severamente criticado e incluso el diputado Porfirio Muñoz Ledo le pidió que abandonara el Salón de Sesiones; ahora, se mostró tranquilo.

Mientras tanto, en Washington, D.C. el Secretario de Hacienda (SHCP), Ernesto Cordero, afirmaba que “La pregunta será qué tan vigorosamente va a ser la recuperación, ahora que la crisis ha terminado”, declaración que ha sido criticada.

Parece que no concuerdan las declaraciones de ambos secretarios: mientras el primero habla de cifras que fueron cuestionadas por los legisladores, de las declaraciones del segundo se infiere una cascada de circulante, que reactive la economía y ponga a trabajar a quienes optan por delinquir, además de una afirmación de la finalización de la crisis, cuando en la mesa de muchas familias mexicanas no hay salida.

Una vez el triunfo de la República en junio de 1867, el Presidente Benito Juárez vuelve a México el 15 de julio e instala su residencia en Palacio Nacional y, en su vida de regreso a la normalidad, retoma sus actividades como Masón del Rito Nacional Mexicano. Se dice que su Logia estaba ubicada en uno de los salones de Palacio Nacional, y cuyo recorrido, sin más escolta que sólo con la compañía del fiel Camilo, indio zapoteca.

Para entonces, José Luis Blasio -secretario particular de Maximiliano- emprendía el exilio en Europa y Pedro Santacilia -yerno y secretario particular de Juárez-, estaba por llegar a México junto con Margarita Maza de Juárez.

Los trabajos de ese día eran singulares. En logia abierta, sus hermanos masones le solicitaron la conmutación de la pena capital impuesta por el tribunal militar a un caudillo rebelde. Fracasaron las gestiones efectuadas por los más significativos sectores políticos y sociales de la Capital, en vano han sido los recursos sentimentales de amistad, de parentesco y de compañerismo.

La muerte se acerca. Juárez, quien previamente se puso de pie e hizo los signos correspondientes de su grado, escuchó el discurso de los hijos de la viuda, quienes lo acompañaron del signo de socorro y contesta: "...El Maestro Masón Benito Juárez se honra de pertenecer a la Augusta Institución Masónica; es miembro de la Logia Independencia No. 22, su Guarda Templo interior; más no tiene facultades para conceder la vida a un ciudadano que ha sido legalmente sentenciado a muerte y pide permiso para cubrir el Templo...".

Le rodean las miradas. Hay desilusión. En el gremio hay confusión. Juárez hace una breve pausa y prosigue: "...El C. Presidente de la Republica  -los asistentes voltean nuevamente a verlo- informa que os espera en sus oficinas del Palacio Nacional, dentro de una hora y verá, si dentro de las facultades que la ley le concede, puede otorgaros la gracia de la vida que pedís... ".

Se retira del Templo, recoge en el perchero del cuarto de pasos perdidos su abrigo y sombrero, con la investidura de Primer Magistrado de la Nación, y acompañado de Camilo, emprende la caminata a sus oficinas donde una hora más tarde hace gracia de la vida del rebelde a su Logia madre.

Muy probablemente este pasaje corresponda a la clemencia por la vida de alguno de los generales imperialistas Casanova, Escobar, Ramírez, Valdéz, Moret, Reyes, Herrera y Lozada, Calvo, Magaña, Liceaga, Montherde y Othón, condenados a muerte por el Consejo de Guerra en julio de 1867.

Y con el beneficio de la duda otorgó el perdón.

sábado, 16 de enero de 2010

Cambios curiosos


Cuando el Ejecutivo Federal no coincide en los planteamientos aprobados con algún decreto del Congreso, recurre a la figura jurídica de los incisos a) al c) del artículo 72 constitucional y, con ello, tener la posibilidad de presentar sus observaciones, -conocidas también como veto-, en un término no mayor a diez días útiles a la Cámara de origen.

Pero el sentido de la décima propuesta que el presidente Felipe Calderón hizo al Congreso, en su iniciativa de Reforma Política el pasado 15 de diciembre, lo fue el presentar “…observaciones parciales o totales a los proyectos de ley aprobados por el Congreso y al Presupuesto de Egresos de la Federación…”.

Pareciera una petición redundante, en el que no se entiende por qué ha de reformarse la Carta Magna, para establecer lo ya permitido.

Veamos; si se trata de observaciones a los proyectos de ley, el presidente ha devuelto en múltiples ocasiones a las Cámaras, decretos con cuyo contenido no está de acuerdo y no sería la primera vez.

Pero si se trata de observaciones al Presupuesto de Egresos de la Federación, en 2004 el expresidente Vicente Fox, estuvo en desacuerdo con modificaciones realizadas por el Congreso, y pese a que publicó el presupuesto en el Diario Oficial de la Federación, presentó una controversia constitucional, que terminó en 2005 en una votación de seis a cinco Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quienes reconocieron el derecho del Ejecutivo a vetar el presupuesto.

Qué curiosos o extraños cambios propuso el presidente Calderón, como así quizás se consideró, en su momento dado, la promulgación de la Ley Juárez, que suprimía los tribunales especiales, -tanto militares como eclesiásticos- en lo referente a los delitos del fuero común y también porque fue modificado el sistema de fueros.

Como antecedente, Benito Juárez y Juan Álvarez, llevaban una relación de compadrazgo. Juan Álvarez fue presidente de la República por un periodo fugaz pero brillante, lográndose allegar de una serie de colaboradores excepcionales: Ignacio Comonfort en el Ministerio de Guerra, Melchor Ocampo en Relaciones Exteriores, Guillermo Prieto en Hacienda y Benito Juárez en Justicia.

Con un respaldo así, en los escasos 38 días que gobernó tomó dos medidas trascendentales que cambiarían el destino de México: la promulgación de la Ley Juárez y la convocatoria al Congreso que elaboraría la Constitución de 1857.

Al ser proclamada la Ley Juárez, los comentarios en las mansiones de los ricos, -proclives a la causa conservadora-, espantados por la medida, comentaban: “…no tiene la culpa el indio, -en referencia al Ministro Juárez-, sino el pinto (Juan Álvarez), su compadre…”.

El Constituyente de 1857 estuvo formado por numerosos estadistas mexicanos, entre los que se hallaba, Valentín Gómez Farías –primer liberal mexicano, Francisco Zarco –primer cronista parlamentario-, Anastasio Cañedo –teórico de la nacionalización de los bienes eclesiásticos-, Guillermo Prieto –el poeta financiero-, Melchor Ocampo –el liberal más radical-, Santos Degollado –militar-, Vicente Rivapalacio –nieto de Vicente Guerrero-, Ignacio L. Vallarta –jurista-, Miguel Lerdo de Tejada –el desamortizador eclesiástico-, José María del Castillo –primer tratadista de derecho constitucional y administrativo-, así hasta reunir 178 diputados, entre liberales y conservadores, como grupos parlamentarios.

El 5 de febrero de ese año, el recinto del Congreso en Palacio Nacional lucía abarrotado de curiosos, cuando en un momento de emoción profunda, el presidente del Congreso Constituyente, Valentín Gómez Farías, anciano enfermo de casi 76 años, “patriarca de la libertad de México, prestando el apoyo moral de su nombre y de su gloria al nuevo código político”, se levanta de su curul y ayudado por varios diputados llega al centro del salón. Se arrodilla delante del evangelio y jura la nueva Carta Magna. Después, en contraste, todos de pie y con el brazo extendido, responden a la pregunta de si juran reconocer, guardar y hacer guardar la Constitución, con un enérgico y uniforme: ¡Sí, juramos!.

Las Leyes de Reforma, -como la Ley Juárez-, habían sido incorporadas al texto constitucional. A partir del siguiente Congreso, conocido como Primer Legislatura, todos los diputados en vez de juramentar sobre la biblia, -como era la costumbre-, por primera vez protestaron el cargo sobre las Leyes de Reforma y se omitió la asistencia de los diputados a catedral al Te Deum y comenzó la práctica de nombrar comisiones de visita a los Ministerios o Secretarías del Ejecutivo, entre otras. 

Cambios precisos que formaron la República.

viernes, 8 de enero de 2010

Conspiraciones deseosas


Con motivo de año nuevo, el presidente Felipe Calderón envió un mensaje a los mexicanos, en el que, primeramente recordó los festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. 

Posteriormente, hizo alusión a la lucha en contra de la inseguridad; y por último se refirió a la crisis del año pasado y afirmó que éste sería el año de la recuperación económica, defendiendo una serie de políticas que tomó el Gobierno Federal a su cargo, en relación al alza de impuestos y precios. 

Mientras tanto, en sesión de la Comisión Permanente del Congreso, hubo reproches por el alza del combustible y productos de la canasta básica, en la que muy probablemente pueda ser tomada como moneda de cambio de la reforma política propuesta por Felipe Calderón en diciembre pasado. 

Dicha reforma, a grandes rasgos, consiste en la reelección y reducción de legisladores federales, incluir el referendo, elecciones de segunda vuelta, iniciativa ciudadana, candidaturas independientes, entre otras, y de la cual, tuvo un impacto mediático no tan relevante por haberse presentado a finales del año. 

Pareciera que este año puede estar colmado de conspiraciones de buenos deseos. 

Como tal, eran conocidas las conspiraciones de chocolate y café, a las reuniones que a manera de tertulias, se organizaban en 1810 en la casa del Corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez. Su esposa, Josefa Ortiz, una dama regordeta, de quien se dice que no sabía escribir pero sí leer, era matrona de ojos vivaces, muy conservadora en algunas cosas, madre de 14 hijos, que no permitía que sus hijas fueran a bailes o al teatro y cuidaba de que ningún militar coqueteara con ellas. Todos guardaban las formas, luego de ser descubierta la conspiración en 1809. 

En esas tertulias se gozaba de las lecturas favoritas de Miguel Hidalgo: Las obras de teatro de Moliere y Racine; los escritos de Voltaire, Diderot y Rousseau. Algunas ocasiones recitaba los versos de El Corán, y ocasionalmente les compartía sus serias reflexiones sobre la existencia de los Reyes Magos. 

Con anterioridad, Hidalgo convencía a sus empleados, de la necesidad de que terminaran los abusos de los españoles. Decía Pedro Sotelo, que Hidalgo le comentó: “…guarda el secreto y oye: no conviene que, siendo mexicanos, dueños de un país tan hermoso y rico, continuemos por más tiempo bajo el gobierno de los gachupines, éstos nos extorsionan, nos tienen bajo un yugo que no es posible soportar su peso por más tiempo; nos tratan como si fuéramos sus esclavos, no somos dueños aún de hablar con libertad; no disfrutamos de los frutos de nuestro suelo, porque ellos son los dueños de todo; pagamos tributo por vivir en lo que es de nosotros, por último, estamos bajo la más tiránica opresión, ¿no te parece que esto es una injusticia?...”. Sotelo asintió con la cabeza e Hidalgo hizo lo mismo con el resto de sus artesanos. 

Pero la tarde del 13 de septiembre de 1810 la conspiración había sido descubierta. Josefa, encerrada en su alcoba, mandó una señal de peligro, previamente acordada, a Ignacio Pérez, alcaide de la cárcel, quien la transmitió a los conspiradores en Dolores, Guanajuato. 

En Dolores, Guanajuato, la noche del 15 de septiembre los insurgentes se enteraban de lo sucedido. Se reunieron en casa de Hidalgo, quien luego de un largo análisis y con una taza de chocolate de por medio, les dijo: “… Caballeros somos perdidos, aquí no hay más remedio que ir a coger gachupines …” Allende y los demás, asintieron. 

Quien conoció personalmente a Hidalgo, dice que era cargado de espaldas, de color moreno, ojos verdes vivos y la cabeza algo caída sobre el pecho. 

Para la madrugada del 16 de septiembre de 1810, se dirigieron a la cárcel de Dolores, para dar libertad a unos 80 presos, a quienes Miguel Hidalgo, -el cabrón del cura, como lo llamaba Ignacio Allende-, los armó con lanzas. Luego, el pequeño contingente se dirigió al atrio del templo. Hidalgo le ordenó a su sacristán, conocido como “El Cojo" o "El Zurdo" Galván, que repicara las campanas. Al congregarse la gente, Hidalgo hizo una proclama.

El pueblo gritó de alegría. Se burlaba de los españoles y su forma de hablar. Por la mañana del 16, eran más de 800 hombres. Así, con la revolución armada, y de la cual, casi de manera paralela inició también la revolución ideológica, comenzó la independencia. 

Después, se unieron a la causa independentista José Antonio Torres (El Amo), Pedro Rosas (El Arrierote), Andrés Pérez (El Atolero),  Rafael Mendoza (Brazo Fuerte), María Andrea Martínez (La Campanera), Vicente Gómez (El Castrador), Manuela Medina (La Capitana), Miguel Ramos Arizpe (El Comanche), Albino García (El Manco), Antonio y Quirino Balderas (Los Monigotes), José María Medrano (EL Muerto), las hermanas Felipa, Antonia, Feliciana, María Martina y María Gertrudis Castillo (Las Once Mil Vírgenes), los hermanos Matías, Encarnación y Francisco Ortíz (Los Pachones), José María Ramírez (El Pelón Chilaquiles), Isabel Moreno (La Pimpinela), Juan José Martínez (El Pípila), Juana Bautista Márquez (La Gabina), María Guadalupe (La Rompedora), Ignacia Rodríguez (La Güera), una mujer apodada La Barragana así como varios hombres y mujeres apodados El Bendito, Caballo Flaco, Tío Curro, Diente Mocho, La Fina, Las Coheteras, el Indio Dolores, el Ratón, entre otros.