Citas memorables de la historia de México

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sábado, 23 de enero de 2010

El beneficio de la duda


Al comparecer ante la Comisión Permanente del Congreso, el Secretario de Seguridad Pública federal (SSP), Genaro García Luna, dijo que la mayor parte de la delincuencia que agobia al País, implica delitos que deben ser perseguidos por los gobiernos estatales, y no por la Federación.

Entre una lluvia de cifras, afirmó que el 93 % de los delitos que se denunciaron en 2009, son del fuero común, pues tan sólo por robo se presentaron 672 mil 411 querellas.

Recalcó que la violencia obedece al crecimiento del consumo de droga, pues "Se estima que un millón 700 mil personas consumen cotidianamente cocaína y 3 millones de mexicanos son consumidores de mariguana, lo que representa un importante mercado interno".

El 24 de septiembre pasado, mientras comparecía para la Glosa del Tercer Informe de Gobierno, fue severamente criticado e incluso el diputado Porfirio Muñoz Ledo le pidió que abandonara el Salón de Sesiones; ahora, se mostró tranquilo.

Mientras tanto, en Washington, D.C. el Secretario de Hacienda (SHCP), Ernesto Cordero, afirmaba que “La pregunta será qué tan vigorosamente va a ser la recuperación, ahora que la crisis ha terminado”, declaración que ha sido criticada.

Parece que no concuerdan las declaraciones de ambos secretarios: mientras el primero habla de cifras que fueron cuestionadas por los legisladores, de las declaraciones del segundo se infiere una cascada de circulante, que reactive la economía y ponga a trabajar a quienes optan por delinquir, además de una afirmación de la finalización de la crisis, cuando en la mesa de muchas familias mexicanas no hay salida.

Una vez el triunfo de la República en junio de 1867, el Presidente Benito Juárez vuelve a México el 15 de julio e instala su residencia en Palacio Nacional y, en su vida de regreso a la normalidad, retoma sus actividades como Masón del Rito Nacional Mexicano. Se dice que su Logia estaba ubicada en uno de los salones de Palacio Nacional, y cuyo recorrido, sin más escolta que sólo con la compañía del fiel Camilo, indio zapoteca.

Para entonces, José Luis Blasio -secretario particular de Maximiliano- emprendía el exilio en Europa y Pedro Santacilia -yerno y secretario particular de Juárez-, estaba por llegar a México junto con Margarita Maza de Juárez.

Los trabajos de ese día eran singulares. En logia abierta, sus hermanos masones le solicitaron la conmutación de la pena capital impuesta por el tribunal militar a un caudillo rebelde. Fracasaron las gestiones efectuadas por los más significativos sectores políticos y sociales de la Capital, en vano han sido los recursos sentimentales de amistad, de parentesco y de compañerismo.

La muerte se acerca. Juárez, quien previamente se puso de pie e hizo los signos correspondientes de su grado, escuchó el discurso de los hijos de la viuda, quienes lo acompañaron del signo de socorro y contesta: "...El Maestro Masón Benito Juárez se honra de pertenecer a la Augusta Institución Masónica; es miembro de la Logia Independencia No. 22, su Guarda Templo interior; más no tiene facultades para conceder la vida a un ciudadano que ha sido legalmente sentenciado a muerte y pide permiso para cubrir el Templo...".

Le rodean las miradas. Hay desilusión. En el gremio hay confusión. Juárez hace una breve pausa y prosigue: "...El C. Presidente de la Republica  -los asistentes voltean nuevamente a verlo- informa que os espera en sus oficinas del Palacio Nacional, dentro de una hora y verá, si dentro de las facultades que la ley le concede, puede otorgaros la gracia de la vida que pedís... ".

Se retira del Templo, recoge en el perchero del cuarto de pasos perdidos su abrigo y sombrero, con la investidura de Primer Magistrado de la Nación, y acompañado de Camilo, emprende la caminata a sus oficinas donde una hora más tarde hace gracia de la vida del rebelde a su Logia madre.

Muy probablemente este pasaje corresponda a la clemencia por la vida de alguno de los generales imperialistas Casanova, Escobar, Ramírez, Valdéz, Moret, Reyes, Herrera y Lozada, Calvo, Magaña, Liceaga, Montherde y Othón, condenados a muerte por el Consejo de Guerra en julio de 1867.

Y con el beneficio de la duda otorgó el perdón.

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2 Comentarios:

Anónimo dijo...

oye chato,,,el cuarto parrafo no lo entendi,,,donde le pide porfirio que se vaya, al Secretario ????

Unknown dijo...

Ah, es una comparación: cuando compareció el secretario en septiembre pasado no lo fue tan bien, tanto, que el diputado Muñoz Ledo le pidió su retiro del salón de sesiones; y ahora, estuvo más tranquilo, el mismo secretario, claro.

Un abrazo !!!!

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