Citas memorables de la historia de México

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jueves, 9 de mayo de 2013

Nueva reformas … nueva actitud

Luego del impasse que sufrió el Pacto por México, se reactiva el diálogo político mediante la presentación de la reforma financiera presentada por el presidente Peña Nieto, en la que modifica 13 leyes vigentes.

Principalmente, tiene como fin ampliar y abaratar la oferta de crédito en el país y cuyas medidas fueron bien recibidas por la comunidad económica, en la que “por sus sólidos fundamentos macroeconómicos, equilibrios financieros, baja inflación y el compromiso de la clase política de aprobar las reformas estructurales”, la agencia Fitch Ratings incrementó la calificación crediticia de México.

No obstante lo anterior, persiste en el ánimo de la opinión pública la necesidad de incorporar en la agenda del Pacto por México, una reforma para moralizar las prácticas de la clase política mexicana, o bien acelerar los trabajos de la recién creada pero muy discreta, Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), para combatir los excesos de servidores públicos o su descendencia.

Algunos ejemplos de excesos lo constituyen, la Lady Profeco, al tratar de clausurar un restaurante; los excesos de la hija del sempiterno líder petrolero y senador Carlos Romero Deschamps, cuando su hija Paulina, publicó algunas imágenes de su viaje a Francia. Además, cuando los medios publicaron que su hijo, a quien hace unos meses el senador había obsequiado un automóvil ferrari con valor de 2.5 millones de dólares (mdd), es poseedor de dos departamentos en zonas residenciales en Miami, cuyo valor es por 7.5 mdd.

Por supuesto, los lujos y excesos de Elba Esther Gordillo, cuando el SNTE le aportaba a sus cuentas, la insignificante cantidad de 15 millones de pesos (mdp) mensuales, para su gastos propios y seguramente los de su familia.

Se trata de verdaderos juniors, que algunos ostentan puestos directivos en secretarías o dependencias, sin tacto político o social y repudiando a sus subalternos y a quienes llegan a ellos en busca de solucionar algún problema, algunos en espera de realizar algún negocio merced de su cargo o su papito, pero que sin el menor recato o vergüenza, extienden la mano para cobrar sin merecerlo y cuya principal preocupación es elegir el próximo destino turístico a vacacionar, para subir en redes sociales, fotos de sus aventuras en alguna tierra exótica del mundo.

Algunos de ellos, hijos de cuadros políticos que recibieron su formación en educación media en academias militares o semimilitares extranjeras, demostrando su desprecio y vergüenza para incorporarse al sistema educativo militar mexicano en el Heroico Colegio Militar o a la Heroica Escuela Naval Militar, pero que gustosos portan uniformes extranjeros y escoltan banderas de otros países.

Auténticos colonizadores del poder, quienes por obra y gracia propia o de sus  ascendientes, heredan los cargos públicos de elección como si fueran de su propiedad e incorporándose al jetset mexicano para ser parte de las mejores revistas sociales del país, rodeados de lujos y excesos, abordando automóviles con un valor equivalente, a lo que un trabajador puede aspirar como patrimonio en toda su vida laboral.

Por eso, le comparto la idea de Francisco Guerrero Garro de su muro en Facebook, por la que afirma que en México hay tres categorías de ciudadanos. La premier, la de los hijos de gente importante, rica o famosa, como la Lady Profeco, los hijos de Romero Deschamps, el Niño Verde, los Sahagún Bribiesca, los hijos de Granier Melo y seguramente los hijos de algún otro –o varios- sempiterno líder sindical de la CROC o la CTM en el interior del país. Ahí, cuando lo requieren, la maquinaria de la administración pública se mueve con una rapidez inusitada y se realiza cualquier acto de autoridad, como administrar justicia pronta y expedita, faltaba más.

La clase militante; de gente que milita, -política o socialmente-, en contra de la injusticia o de la violencia, como comunicadores o activistas sociales. Aquí, las autoridades de administración pública y sus áreas, -como la justicia-, dicen que van actuar pero no lo hacen, pero no dejan de decir que se hará justicia y dejan que pase el tiempo hasta que se olvida.

Por último, no menos importante la clase económica, la de miles de mexicanos anónimos, que sólo son un numero más para el burócrata que recibe órdenes de su jefe, -el junior, por supuesto-, y cuya insensibilidad genera desconfianza hacia la autoridad.

Por todo lo anterior y más, es que la indignación es pública, toda vez que no es posible el grado de permisibilidad y de impunidad con que algunos miembros de la clase política, -o su descendencia-, ostentan el poder, sin que las palabras pena, vergüenza, moral o corrupción sean parte de su vocabulario.