Citas memorables de la historia de México

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viernes, 29 de agosto de 2008

Crónica de una muerte anunciada

Aún cuando el título de estas líneas abarca el de un célebre libro escrito por Gabriel García Márquez, la versión original trata de la historia de amor entre Bayardo San Román y Ángela Vicario y el pobre Santiago Nasar, que se desarrolla en un poblado de llamado Manaure. Más allá de del argumento literario, el título nos remite a un suceso ya esperado, como lo es, el cese del Rector de la Universidad de Guadalajara UdeG, Carlos Briseño Torres, acaecido en el transcurso de la sesión del Consejo General Universitario, el pasado viernes.

Entre un acalorado debate con mutuas acusaciones, poco más de 140 Consejeros de un total de casi 160, votaron a favor de cesar en sus funciones a Briseño Torres, y en su lugar, designaron a Marco Antonio Cortés Guardado como Rector General de la máxima casa de estudios de Jalisco. Poco antes, la mayoría de Consejeros modificó la orden del día, pese a las constantes negativas del depuesto Carlos Briseño y su equipo cercano de colaboradores, aun cuando Briseño Torres presentó un recurso de amparo ante el juez tercero de distrito en materia administrativa para no ser destituido, sin embargo, cualquier amparo sirve sólo para contener violaciones a las garantías individuales plasmadas en la Constitución.

En un momento en que abandonó el Paraninfo de la UdeG, Briseño Torres convocó a rueda de prensa en un hotel de Guadalajara, en la que insistió “soy el Rector”, argumentando que –presuntamente- no fue destituido en un procedimiento legal, y que iniciará procedimientos penales en contra de los 144 consejeros que votaron a favor de su destitución, pues según Briseño Torres, se había incumplido la orden de amparo de un juez federal, pero, toda asamblea, mayoritaria, es soberana y, entre otras cosas, libre de modificar su régimen en el momento en que así lo determine. No hay poder en el mundo que modifique este principio básico de la ciencia política.

He aquí un ejemplo. Una asamblea libre y soberana, como la anterior, fue la que destituyó a “Su Alteza” Agustín de Iturbide, quien del 19 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823, se convirtió en emperador de México, con una serie de atribuciones meta constitucionales que provocaron el enojo del pueblo de México.

Iturbide, militar que perteneció al ejército realista y que combatió a los insurgentes, como Hidalgo, Morelos y Vicente Guerrero, fue acusado por altos oficiales de su mismo ejército, de mantener la lucha para generar beneficios económicos para sí mismo, a través de operaciones fraudulentas. Las denuncias acumuladas en su contra, sumadas a nuevas protestas de los comerciantes de Guanajuato, llevaron al Virrey Félix María Calleja a destituirlo en 1816, sin elevarlo al grado de General, y además, fue acusado de malversación de fondos junto con el de abuso de autoridad.

Unos meses antes de la consumación de la independencia, en 1821, Iturbide aún combatía en contra de los insurgentes. Unos meses después, se alió con Vicente Guerrero para unirse a la causa independentista.

El 24 de agosto de 1821, Iturbide firmó los Tratados de Córdoba que decretaban la formal separación de España, pero fueron desconocidos por el gobierno de la península ibérica. De regreso a la ciudad de México y a su paso por la ciudad de Puebla, hizo una entrada triunfal con su Ejército, lugar en el cual, las monjas del convento de Santa Mónica le ofrecen un banquete, y en su intento por complacerlo, las religiosas crearon los chiles en nogada para festejarlo.

Por sus abusos, el Congreso declaró la nulidad de la coronación de Iturbide, siendo destituido como monarca y enviado al exilio a Italia. También se decretó que cualquier persona que lo llamara “Su Alteza” sería tratado como traidor, además, todo lo que había sido denominado imperial, sería substituido por nacional, entre otras cosas. Después, en 1835 y por acuerdo de la mayoría legislativa que era ideológicamente afín al controversial Iturbide, el Congreso aprobó que el nombre de su “Alteza”, fuera inscrito con letras de oro en el salón de sesiones del Congreso, hasta 1921, ya que la Cámara de Diputados acordó eliminarlo de tan honrosa distinción, por considerarlo indigno en sus acciones y sin los merecimientos necesarios.

Hubo un intento de la diputación federal del Partido Acción Nacional, por incluir, nuevamente, el nombre del seudoemperador en letras de oro. Durante el desarrollo de la sesión solemne del Congreso del 23 de septiembre de 1971, en la que se develó en letras de oro, la máxima de Vicente Guerrero: “La Patria es Primero”, el intento de los legisladores fracasó, al ser rechazada consecuencia del emocionante debate histórico de los diputados Francisco Ortiz Mendoza, Jesús Arroyo Alanís y el jalisciense Abel Salgado Velasco, quienes demostraron que Iturbide, por sus actos citados, fue un traidor y oportunista a los ojos del pueblo.

El rey ha muerto. Viva el rey.

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