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miércoles, 31 de agosto de 2011

Sexenio de luto

Como usted sabe, el presidente Felipe Calderón Hinojosa decretó tres días de luto nacional, con motivo del acto terrorista calificado por el mismo mandatario, a los lamentables hechos en el Casino Royale en Monterrey, N.L., en el que fallecieron 52 personas.

Luego de esto, el Gobierno Federal dispuso que dos mil efectivos del ejército y la Policía Federal, se trasladen a la Sultana del Norte para apoyar en las labores de seguridad, en donde la ciudadanía regiomontana ha salido a la macroplaza para pedir la renuncia del gobernador Rodrigo Medina y del Presidente Municipal, Fernando Larrazabal.

Pero hace un par de semanas y durante el desarrollo del encuentro de futbol entre Santos y Morelia, en Torreón, Coahuila, un incidente que afortunadamente no tuvo consecuencias, se presentó cuando de repente, jugadores y público corrieron hacia el extremo contrario de donde se encontraban, ya que una serie de detonaciones de arma de fuego alteraban el desarrollo de la justa deportiva, en esa zona del país azotada por la delincuencia, en el que las autoridades de la Federación Mexicana de Futbol, pidieron seguridad para los estadios.

El último decreto por tres días y también por luto, lo dio el Ejecutivo Federal en junio del 2009, durante los también lamentables sucesos en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; en el que por cierto, el ahora Secretario de Acción de Gobierno del Comité Nacional de su partido, el PAN, Juan Molinar Horcasitas, fue impunemente exonerado de su probable responsabilidad en su carácter de Director del IMSS en ese momento, institución también que bajo su autoridad, obtuvo el primer lugar en el trámite más inútil del Gobierno Federal.

En días pasados se cumplió un año de la matanza de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas; en la que también se exoneró la probable responsabilidad de Cecilia Romero Castillo, ahora protegida en el cargo de Secretaria General, claro, también de su partido, el PAN.

Ahora, el expresidente Vicente Fox sale a la luz pública para proponer una tregua, que incluya la amnistía para la delincuencia organizada, con el objeto de estar en condiciones de volver a tener paz en el país, luego de los hierros de gobierno en que han incurrido las administraciones federales emanadas del PAN, situación que viene siendo arrastranda desde sexenios anteriores.

Pero mire usted, más que tres días de luto, -en un casino, en un estadio o en una guardería-, la percepción ciudadana es que hemos vivido en todo un sexenio de luto, con cincuenta mil muertos, de todos los estratos sociales: padres de familia, profesionistas, estudiantes, marinos y soldados, madres, hermanos, primos, abuelos y niños, no estuvieron en el lugar y momento adecuado.

También la inconformidad ciudadana estriba en que el Primer Mandatario, una vez que concluya su periodo en 2012, puede –si no se siente seguro- marcharse del país, dejando tras de sí una estela de muerte e incertidumbre, con la garantía que cada mes cobrará su pensión de exJefe de Estado –unos 180 mil pesos mensuales- y custodiado por un grupo de guardias del Estado Mayor Presidencial con cargo al erario público, claro.

En algún otro momento, el país vivió más que un sexenio de luto: En sesión del 15 de diciembre de 1861, Vicente Rivapalacio, presidente del II Congreso, se dirige al Presidente Juárez, a quien la asamblea le otorga facultades extraordinarias para hacer frente a la intervención francesa, “La historia enseña que todas las naciones, para llegar a la reforma y a la verdadera civilización, han tenido que pasar por pruebas terribles y por dolorosos sacrificios, y muchas veces los pueblos más poderosos debieron tocar el borde del abismo y, sin embargo, pudieron salvarse por la fe y la unión entre sus hijos”.

Cuando Maximiliano de Habsburgo llega a México, -el 28 de mayo de 1864-, el presidente Benito Juárez ya no se encontraba en la capital. Algún colaborador cercano le preguntaba: “Señor, ¿deja usted la Presidencia?” y respondió “No, la Presidencia se va conmigo”.

El presidente Benito Juárez se hizo acompañar de su fiel Camilo, un indio zapoteca que le servía de criado, del teniente Felipe Azcárate, su jefe de ayudantes; así como de su cochero, Juan Udueta, quien lo llevaría a recorrer el país en el carruaje, tratando de salvar a la República.

Mientras Maximiliano vivía en la majestuosidad del Castillo de Chapultepec, Juárez lo hacía en la sencillez y junto a la guerrilla mexicana que combatía espontáneamente al invasor; mientras el Recinto era adornado con ornamentos traídos de Europa, Juárez dormía en su carruaje, rodeado del batallón que le acompañaba; mientras Carlota escuchaba su canción favorita “La Paloma”, acompañada de la señora Pacheco, -su dama de honor-, el Presidente Juárez y Camilo, intercambiaban diálogos en zapoteco o quizás tarareaban alguna “nueva” canción, como “Sandunga”, considerado como el himno de los tehuanos.
   
Al triunfo de la República cuando fue capturado Maximiliano por el ejército Republicano de Mariano Escobedo, el día de su fusilamiento en Querétaro y al bajar del carruaje Maximiliano dijo que "En un día tan hermoso como éste quería morir!".

Así vamos a vencer.
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