Un balance preliminar del reciente viaje del presidente Felipe Calderón, coloca a la diplomacia mexicana en un incómodo dilema: la tibia actitud en la respuesta de la Cancillería a los múltiples señalamientos divulgados por Julian Assange y los cables de Wikileaks, no coincide con la petición que hizo el presidente Calderón al presidente Barack Obama, de remover al Embajador de los Estados Unidos de Norteamérica, Carlos Pascual, presuntamente por haberse referido en desafortunados términos a las fuerzas armadas mexicanas en los cables interceptados.
Dicen los que saben que el motivo verdadero de la petición presidencial, estriba en que de la relación sentimental que lleva el diplomático norteamericano con una hija del diputado coordinador del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la Cámara Baja, Francisco Rojas Gutiérrez, se genere algún vínculo del vecino país del norte en el futuro proceso electoral 2012, en beneficio al tricolor. Sigue este frente abierto y mientras tanto, Washington ratificó a su Embajador.
Por otra parte, hay quien dice que esta visita a la Casa Blanca en Washington, se debió al asesinato del agente norteamericano, Jaime Zapata, hace unas semanas, y del cual México tuvo que dar explicaciones. Una reacción política similar al asesinato del agente Enrique Camarena Salazar en 1985: se desmanteló la Dirección Federal de Seguridad (DFS), como un mensaje que debía de modificarse la conducta mexicana en inteligencia, entre otros.
Mientras tanto, se abre otro frente de crisis en el sector telecomunicaciones: se trata de la disputa entre Televisa y TV Azteca, en cuyos frentes las empresas propiedad de Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, respectivamente, dejaron de percibir importantes recursos, provenientes de Telcel, propiedad de Carlos Slim, quienes se señalan mutuamente de falta de tarifas competitivas.
Y mire usted, Telmex también propiedad de Slim, dice que Televisa miente, por carecer de la infraestructura para darle servicio de telecomunicaciones al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), cuyo contrato fue recientemente asignado en 419 millones de pesos más caro a la compañía Bestel, del corporativo Televisa; por cierto muy similar, -en altos costos-, como el proceso en la licitación 21 del espectro, en el que participó Televisa y que fue impugnado por TV Azteca. Vaya, existen múltiples intereses, lejos del alcance de los mortales ciudadanos, como usted o yo.
Pareciera que la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL), autoridad que debiera de dirimir las controversias citadas y de quien existe la presunción que sus dominados someten al dominador, ha sido rebasada para solucionarlos.
Al acercarse los momentos de definiciones electorales con miras al futuro, seguramente de Los Pinos tendrán que intervenir en todos los temas.
En algún momento que fue futuro, los indios fueron fieles a su país: para lograr la revolución de Ayutla iniciada en 1854, el hijo del futuro presidente Juan Álvarez, de nombre Diego, reclutaba indios para formar tropas en Texca, -hoy Acapulco en Guerrero-.
Cierta ocasión, un indio zapoteca pidió su alta para combatir a Santa Anna: Benito Juárez. Al llegar al puesto de reclutamiento y preguntársele su nombre, se limitó a decir “Sabiendo que aquí se pelea por la libertad, he venido a ver en qué puedo ser útil”. A Juárez se le dotó de un calzón de manta y un cotón, un cobertor de cama y un par de botas.
En el campamento de rebeldes de Ayutla desconocían que Juárez, era abogado y para entonces, en su currículo se encontraba haber sido diputado, juez y gobernador de Oaxaca.
Cierto día, llegó una correspondencia al campamento, dirigida al licenciado Benito Juárez.
Diego Álvarez, al darse cuenta de la estatura política del personaje que se encontraba entre sus filas, le pidió disculpas por haberlo tratado con indiferencia, diciéndole “Usted es uno de los políticos más brillantes y le hemos dado vestimenta de indio”. Juárez, -con sentido del humor-, le respondió: “será que lo parezco, ¿o no?”, y en un acto de humildad prosiguió: “a la Patria lo mismo se le sirve de gobernador que de estafeta”.
Diego Álvarez lo nombró su secretario y como usted sabe en el futuro ese indio fue Presidente de la República.
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