El rescate

 

 

En la lucha contra la inseguridad, se pudieran contabilizar hasta 16,000 víctimas, muchos por enfrentamientos directos y otros por estar en el lugar menos seguro.

Hay quienes aseguran que la violencia es el resultado del éxito en la lucha contra el narco, de donde se desprende la primera hipótesis de ésta; y la segunda, afirma que es producto de la lucha por el poder al interior de los grupos delictivos.

Como sean las cosas, pagan justos por pecadores esta tremenda guerra declarada por el gobierno federal. Así fue el caso de los estudiantes Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo, del Tecnológico de Monterrey, de quienes la autoridad salió presurosa para señalarlos como sicarios, en una pésima estrategia mediática.

Hace poco más de un mes, el lamentable crimen de un grupo de muchachos en Cd. Juárez, y los reclamos de la señora Luz María Dávila al presidente Felipe Calderón, madre de una de las víctimas, cuando el Ejecutivo Federal se reunió con los padres. Quizás los muchachos ninguna relación tenían con sus sicarios.

En contraste, con la detención del diputado local panista Víctor González, presidente del Congreso en Baja California, detenido en estado de ebriedad, con drogas y armas prohibidas. Seguramente el legislador conocía los riesgos, y quizás, sea procesado penalmente.

Además, la reciente aprobación en Cámara de Diputados, de la ampliación del término para que registre su número de teléfono celular, y que es contraria a la esencia de la lucha contra la inseguridad.

Lo verdaderamente grave es que, a pesar de los múltiples rescates por salvar la economía, la política, el fisco, la materia electoral o energética del país, nadie hasta el momento haya pensado en la necesidad de un rescate social, necesario y urgente.

Una reconquista de la seguridad ciudadana, en la que podamos sentirnos seguros de salir a la calle; un ambiente de convivencia social, en la que el Estado mexicano ejerza su facultad de imperium, sin preocupaciones de inseguridad o de demostrar a la autoridad que no somos delincuentes.

Un rescate exitoso: [...] Genios de Moctezuma, Cacahma, Quautímozin, Xicotencal y Calzontcin celebrad en tomo de esta augusta Asamblea ... el fausto momento en que vuestros ilustres hijos se han congregado para vengar vuestros ultrajes y desafueros, y librarse de las garras de la tiranía y francmasonismo que los iban a absorber para siempre. Al 21 de agosto de 1521 sucedió el 8 de septiembre de 1813; en aquél se apretaron las cadenas de nuestra servidumbre en México Tenochtitlán; en ése se rompen para siempre en el venturoso pueblo de Chilpancingo [...]: Se trata del discurso de Carlos María de Bustamante ante la asamblea de diputados, con motivo de la apertura del Congreso de Chilpancingo en septiembre de 1813, que devino en uno de los momentos clave del constitucionalismo mexicano.

Otro rescate: “[…] La nación se encuentra hoy en un momento solemne, porque del resultado de la encarnizada lucha, que los partidarios del oscurantismo y de los abusos han provocado esta vez contra los más claros principios de la libertad y del progreso social, depende todo su porvenir. En momento tan supremo, el gobierno tiene el sagrado deber de dirigirse a la nación y hacer escuchar en la voz de sus más caros derechos e intereses, […], sino porque así también apreciarán mejor los pueblos la causa de los grandes sacrificios que están haciendo al combatir con sus opresores, y porque así, en fin, se logrará que en todas las naciones civilizadas del mundo se vea claramente cuál es el verdadero objeto de esta lucha que tan hondamente conmueve a la república. […]” justificaba el presidente Juárez a la nación mexicana al ser promulgadas las leyes de reforma.

Uno más: [...] Soldados de la República: recordad que la misión del ejército es defender las instituciones y no la de ser el sostén inconsciente de la tiranía; por tal motivo, escoged: o bien seguiréis sosteniendo (…) una era de luto, de dolor y de ignominia, o bien (…) labraremos la felicidad de la patria, y por el camino de la Constitución, de la libertad y de la justicia, la llevaremos a ocupar el alto puesto que merece entre las naciones civilizadas. [...]: proclama al ejército libertador, dado por Francisco I. Madero, el 5 de octubre de 1910 en San Luis Potosí.