Citas memorables de la historia de México

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lunes, 31 de diciembre de 2007

¿Quién da más?

Hace unas semanas, y en el marco de su liturgia dirigida a las internas del centro penitenciario de Santa Martha Acatitla del Distrito Federal, el arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, hizo un comentario desafortunado en relación con el ejercicio del periodismo en México, llamando a quienes de alguna u otra manera, tomamos la pluma y plasmamos nuestros pensamientos, con el adjetivo de prostitutas o prostitutos; cuando, a juicio del purpurado, de igual forma se acusa a los sacerdotes de algunas actividades ilícitas por lo que no se puede decir que todos son iguales.

A lo anterior, se sumó el Secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, a los calificativos vertidos por el jerarca católico, en una franca muestra de intolerancia política y fanatismo religioso de quien se supone juró cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen.

Empero, que fue desafortunado el comentario de Don Norberto Cardenal Rivera porque desvió el propósito eminentemente espiritual o teológico y abordó un terreno del cual, siente que la justicia le llegó en el mejor momento, cuando los Tribunales de Los Ángeles en California, no lo exoneraron, sino que se declararon incompetentes de conocer los delitos de pederastia, que presuntamente se le inmiscuyen a su Eminencia, por proteger al sacerdote Nicolás Aguilar Rivera denunciado por más de 70 personas por violación, en el ejercicio de su “bien intencionado” báculo pastoral.

En California se han pagado más de 500 millones de dólares en indemnizaciones por abuso sexual cometido por sacerdotes católicos. En noviembre pasado por ejemplo, los jesuitas pagaron cerca de 50 millones de dólares a un poco más de 100 esquimales como compensación por ese tipo de delito que perpetraron contra ellos, y que en México no encuentran eco las víctimas a su justo reclamo de justicia, aún cuando carecen de fuero eclesiástico, suprimido el 30 de noviembre de 1855.

La historia no es de unos meses a la fecha. En el Archivo General de la Nación se encuentran no pocos documentos que hablan del abuso en que los clérigos católicos, que con el consentimiento de la Corona Española, hicieron de las suyas luego de la conquista de México – Tenochtitlan. Una persona de nombre Miguel Hernández, de Huamuxtitlan en Guerrero, se dirigió en agosto de 1595, en formal queja al Rey de España, reproduciendo lo que el sacerdote ofreció a su esposa, como sigue: “…Hija mía, si acaso conmigo pecas, te daré dinero y tu camisa y tus faldas…”.

Ahora bien, luego de casi 250 años de abusos, el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México fue abolido por las Cortes liberales de España, en un decreto del 8 de junio de 1813, que además de suprimir la magistratura, prevenía que fuesen puestos en libertad los presos por opiniones políticas o religiosas, así como los bienes y rentas de éste quedaban incorporados al tesoro nacional, lo que significa que antes de que Benito Juárez nacionalizara los bienes eclesiásticos, la Corona Española había hecho lo propio.

Recientemente, cuando El Vaticano en un acto de buena voluntad, pidió perdón por los abusos y excesos de la inquisición en América Latina de los siglos XVI a XIX, la iglesia católica mexicana mantuvo silencio.

Luego de la insurrección de la independencia encabezada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, la inquisición mexicana mandó publicar el 13 de octubre de 1810 un edicto, bajo pena de excomunión, dirigido en contra de Hidalgo y demás insurgentes como José Luis Torres “El Amo”, defensor de la batalla del puente de Calderón en Guadalajara; al sacerdote de cuyo segundo apellido toma el nombre de Ahualulco en Jalisco, José Luis Mercado; Mariano de Abasolo e Ignacio Allende, entre otros; en los que se les acusa de sediciosos, cismáticos y herejes formales.

Ante estos oprobios de la inquisición mexicana, por Cédula Real núm. 153 del 12 de abril de 1815, el Ministerio de Gracia y Justicia prohíbe, que los sacerdotes en los púlpitos, pasen a referir noticias ajenas de la Cátedra del Espíritu Santo, con el objeto de formar opiniones y partidos, distintas de la palabra de Dios. Repito, distintas de la palabra de Dios. Insisto, distintas de la palabra de Dios.

No se omite en señalar la lucha cuando fueron promulgadas las Leyes de Reforma durante el mandato del expresidente Benito Juárez, al ser nacionalizados los bienes del clero y excomulgado también por la iglesia; las diversas expulsiones del país del arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez, ungido en la mitra cardenalicia el 9 de febrero de 1913, al promover la desobediencia civil y política; la madre Conchita quien ofreció a bendecir el arma con el que fue asesinado el expresidente Álvaro Obregón; el caso del líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel; las amenazas de excomunión a los Diputados locales en el D.F. que apruebaron el aborto reglamentado; entre otras más cosas por ahí archivadas que esperan su momento oportuno de divulgarse a la opinión pública.

Luego entonces, algunos de “los humildes pastores” del clero no necesitan de reformas constitucionales para hablar durante sus omilías de lo que quieran y cuando quieran. No de todos, como dijo don Norberto Cardenal Rivera, pero esos malvados, perversos, ruines, bajos, aprovechados, que viven alejados del modo de vida de Cristo, como los ejemplos que hay en la historia de nuestro país, necesitan prostituirse y vender “perdón divino en la vida terrenal” al mejor postor.

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