Citas memorables de la historia de México

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sábado, 20 de febrero de 2010

Las alianzas, uniones o coaliciones




Mientras que en los estados de Hidalgo, Puebla, Aguascalientes y Veracruz –por ahora-, el Partido Acción Nacional (PAN) dio el aval para competir en coalición electoral con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Convergencia (CONV), dejando atrás el tema de la renuncia al PAN, del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, presuntamente por su inconformidad con estas alianzas.

Por otra parte, los gobiernos locales emanados del PAN, en Tlaxcala, Guanajuato, Morelos, Sonora y Jalisco, presentaron ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la controversia constitucional por la aprobación de las reformas al Código Civil del Distrito Federal, gobernado por el PRD, que permite las uniones de personas del mismo sexo.

En estos Estados, seguramente han resuelto y superado las necesidades ciudadanas con los programas de sus gobiernos -quizás desviando el objeto de gobernar- y considerar que es más importante promover una controversia ante la SCJN, antes que tener en cuenta la sabiduría popular que dice, que “primero comer que ser cristiano”, con el propósito de imponer temas de una agenda religiosa como política pública.


Por ejemplo, muy probablemente las autoridades sonorenses, se encuentren satisfechas con los resultados de las investigaciones sobre la muerte de 43 niños en la guardería ABC de Hermosillo, su capital; o quizás en Morelos, sus gobernantes tengan que presumir del excelente estado de seguridad en Cuernavaca, su capital; o probablemente, en Jalisco, el Gobierno de Emilio González Márquez, haya olvidado el contenido de las respuestas a la entrevista expresa sobre el tema de las uniones del mismo sexo del pasado 4 de febrero, en el que el mandatario se deslindó, aduciendo “…Que resuelva el Congreso […] Que los diputados resuelvan lo que a los diputados corresponda. A mí déjenme con mis broncas de cómo disminuir el rezago educativo y tantas otras que sí son mías: de ésas te digo lo que quieras; de las broncas de los diputados, que ellos resuelvan….”, y ahora, con entusiasmo aborde el tema, y hasta lo controvierta.


Cuando en el otoño de 1810, José María Morelos se entera de que su admirado maestro Miguel Hidalgo, se había alzado en armas, se entrevista con él en Charo, una población cercana a Valladolid, y acepta la encomienda de levantar la revolución en el sur.

Para entonces tuvo hijos con Brígida Almonte, con quien procrea a Juan Nepomuceno y a María. En 1809, Morelos, ante los informes del cabildo eclesiástico de Valladolid y los del obispo Abad y Queipo, que eran aún más alarmantes: la invasión francesa de América era inminente, donó el sueldo de un mes (20 pesos).

Morelos desconocía que la impulsiva empresa se diseminaba con éxito por casi la mitad del virreinato de Nueva España y que Morelos, ignorado y despreciado en su principio, iba creciendo en poder e importancia. Eligió a sus subalternos -los hermanos Galeana, los hermanos Bravo- entre los rancheros mestizos de la montañosa región del sur.
En sus tropas, un sentido de orden permeaba todos sus actos: reducía a regimientos y brigadas las divisiones sueltas, manejaba con toda honradez y cuidado la tesorería, establecía talleres de armas, fábricas de pólvora y fundiciones de plomo y cobre. Los ascensos en el campo de Morelos tenían como único criterio el mérito.

…Pueblos enteros me siguen queriendo acompañarme a luchar por la independencia…”, escribió al principio de su campaña, en noviembre de 1810, “…pero les impido diciéndoles que es más poderosa su ayuda -labrando la tierra- para darnos el pan a los que nos lanzamos a la guerra…”.

El pañuelo que cubría siempre su cabeza era probablemente un remedio a sus frecuentes migrañas y para defenderse del sol terrible de esa zona. Es claro que lo movía un objetivo político y militar, no un odio étnico o una venganza social: Morelos recibió la espada del Comandante Vélez a quien sitiaba en Acapulco: “…¡Viva España!; pero España hermana, no dominadora de América!...”.

Al ser apresado por el Coronel Manuel de la Concha, era preciso que el juicio de Morelos fuese el escarmiento definitivo a la insurgencia.

En el primer proceso de las Jurisdicciones Unidas -militares y eclesiásticas-, los jueces le imputaron el delito de alta traición. En todo caso, a diferencia de Hidalgo, Morelos admitió las razones de la insurgencia, como lo son la independencia, que no era razón engañar a las gentes haciendo una cosa y siendo otra, es decir, pelear por la independencia y suponer que se hacía por el Rey Fernando VII.

Más arduo aún fue el proceso de la Inquisición. El cargo en este caso era nada menos que herejía, que se le imputaba por varios motivos, entre ellos, actuar como secuaz de Hidalgo, condenado por la Inquisición. Morelos fue excomulgado por el mismo obispo Abad y Queipo en julio de 1814.

La sentencia: Fue sometido a la peor humillación que puede enfrentar un clérigo, un acto raro en los anales de la Iglesia. Un testigo presencial, señala que “…El obispo de Oaxaca aguardaba revestido de pontificial en la capilla que está a los pies de la sala del tribunal; Morelos tuvo que atravesar toda ésta de uno a otro extremo, con el vestido ridículo que le habían puesto y con una vela verde en la mano, acompañado por algunos familiares del Santo Oficio: el concurso numeroso, más ansioso cada vez de verlo de cerca, se levantó sobre las bancas ... Morelos, con los ojos bajos, aspecto decoroso y paso mesurado, se dirigió al altar ... se le revistió con los ornamentos sacerdotales y puesto de rodillas delante del obispo, ejecutó éste la degradación …”. 


Después -como hizo la iglesia con Hidalgo-, escuchó la degradación: “…Apartamos de ti la facultad de ofrecer el sacrificio de Dios y de celebrar misa ... Con esta raspadura te quitamos la potestad que habías recibido en la unción de las manos ... Te privamos... te deponemos, degradamos, despojamos ... como a hijo ingrato te arrojamos de la herencia del Señor…”.

Todos estaban conmovidos con esta ceremonia imponente. El obispo se deshacía en llanto; sólo Morelos con una fortaleza tan fuera del orden común que algunos calificaron de insensibilidad, se mantuvo sereno, su semblante no se inmutó, y únicamente en el acto de degradación se le vio caer alguna lágrima. Luego, fue ejecutado.

Se conservó una relación de la biblioteca personal de Morelos: Unas cuantas decenas de libros formaban el acervo, la gran mayoría sobre materias religiosas con acento en la práctica moral del sacerdote: prontuarios, directorios, sermones, breviarios. Había también obras de teología dogmática, teología moral, oratoria sacra, sagrada escritura, hagiografía, guadalupanismo. Curiosamente, la biblioteca incluía varias gramáticas y diccionarios: hebreo, japonés, tagalo, italiano, francés, mexicano, cora, latín y griego.

Luego vino el reconocimiento. Para Porfirio Díaz su afinidad con Morelos no era sólo étnica y social, sino militar, ya que conocía de memoria las campañas de Morelos y, sobre todo, política.

Por eso, con profunda emoción recibió del gobierno español, de manos del Marqués de Polavieja, durante las fiestas del Centenario de la independencia en 1910, el uniforme con que Morelos fue capturado: “…Yo no pensé que mi buena fortuna me reservara este día memorable, en que mis manos de viejo soldado son ungidas con el contacto del uniforme que cubrió el pecho de un valiente, que sintió palpitar el corazón de un héroe y prestó íntimo abrigo a un altísimo espíritu, que peleó contra los españoles, no porque fuesen españoles, sino porque eran los opositores de sus ideales…”.

Según se dice, el general Napoleón Bonaparte, emperador de Francia exclamó durante la campaña de 1812: "…Con cinco generales como Morelos conquistaría el mundo…".
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