Citas memorables de la historia de México

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viernes, 19 de junio de 2009

La condición

Con la intervención de varios oradores que se acusaron mutuamente de desviar recursos en favor de los candidatos de sus respectivos partidos políticos, la Comisión Permanente, aprobó un punto de acuerdo a las autoridades de los tres niveles de gobierno, para evitar prácticas que obstaculizan el proceso electoral.

Legisladores del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional (PAN), arremetieron principalmente contra los gobernadores de Veracruz y Yucatán, Fidel Herrera Beltrán e Ivonne Ortega Pacheco, respectivamente.

Mientras tanto, legisladores del Partido Revolucionario Institucional, (PRI), señalaron que el ex presidente Vicente Fox, rompió con todos los paradigmas de la trampa electoral, al admitir públicamente que si Felipe Calderón llegó a Los Pinos, fue gracias a su intervención en los comicios de 2006.

Acusaciones fueron y vinieron. Como si esos señalamientos fueran sinónimo de algún partido político. Así es la condición humana en la lucha por el poder.

En la misma condición se encontraban los hermanos Aguirre Benavides en Parras, Coahuila, en 1912, cuando Eugenio, Luis y Adrián decidieron unirse a la causa de Francisco I. Madero, en pos de la revolución, mientras Gustavo, -el menor de los hermanos-, atestiguaba el hundimiento del R.M.S. Titanic.

Eugenio se unió a la lucha armada, ascendiendo hasta ser General, fue uno de los lugartenientes de Francisco Villa, en la División del Norte.

Luis, fue secretario particular de Gustavo Madero, -hermano del presidente-, y posteriormente, secretario particular de Francisco Villa.

Adrián fue diputado a la XXVI legislatura, -de 1912 a 1913-, disuelta posteriormente por Victoriano Huerta.

El 10 de abril de 1912 ocurrirían sucesos que cambiarían la vida de muchas personas.

En México, un nutrido grupo de personas se reunía en la estación Buenavista del ferrocarril, para despedir al general Victoriano Huerta, quien marchaba al norte del país a poner fin a la rebelión de Pascual Orozco. “…General: en vuestras manos encomiendo la suerte de la república. Id y regresad victorioso…” le decía Francisco I. Madero a Huerta.

Al mismo tiempo, en Southampton, Inglaterra, zarpaba el R.M.S. Titanic, con más de 1,500 personas a bordo, entre quienes se encontraba Manuel Uruchurtu Ramírez, diputado mexicano a la XXV legislatura, quien regresaba de visitar en Francia, al ex vicepresidente porfirista Ramón Corral.

Los diarios mexicanos de la época le dedicaban gran cobertura a la partida de Huerta y sólo unas cuantas líneas al crucero más moderno del momento.

El mismo día, Gustavo Aguirre Benavides se embarcaba en el buque alemán S.S. Frankfurt, de Galveston en los Estados Unidos, para buscar su futuro en Alemania.

En el trayecto se hizo amigo del Tercer Oficial de apellido Herbert. Pero los últimos minutos del domingo 14 de abril y los primeros del lunes 15 todo cambió, cuando el barco alemán escuchó la primera llamada de auxilio del Titanic.

Gustavo se encontraba en el cuarto de comunicaciones invitado por el Oficial Herbert y percibió que algo grave había sucedido. No cesaba de repiquetear el telégrafo inalámbrico: “Hemos chocado con un iceberg”, “Vengan de prisa”, “Nos hundimos de prisa” “Estamos sacando a los pasajeros en botes pequeños”, fueron los mensajes descifrados por los radiotelegrafistas del buque a los llamados del Titanic, escuchados también por el S.S. Ypiranga, el mismo barco que Porfirio Díaz abordaba el 31 de mayo de 1911 en Veracruz, para exiliarse en Europa.

Mientras tanto a bordo del Titanic, el diputado Uruchurtu gozaba de un espacio en uno de los botes salvavidas, -el número 11-, por su condición de legislador en visita oficial, pero apareció una mujer que viajaba en Segunda Clase, -muy probablemente se trate de Elizabeth Ramell Nye-, a la que le cedió su lugar. Uruchurtu le pidió visitar a su esposa en Veracruz, para hacerle saber sobre sus últimos minutos en vida.

Pasadas las 4:00 a.m. llegaba el R.M.S. Carpathia para rescatar los 705 sobrevivientes de 16 lanchas.

El Capitán del barco en que viajaba Gustavo, -de apellido Hattorf-, informó a los pasajeros el motivo del desvío en la ruta. A las 10:50 a.m. llegaron al lugar exacto. Nada había. Se contabilizaron hasta 50 icebergs.

De repente, Gustavo divisó una masa de hielo en la distancia. Conforme se fue acercando el barco, descubrieron que eran decenas de cuerpos flotando, -con un macabro color azul-, con sus chalecos salvavidas de color blanco y moviéndose conforme el mar. Un silencio sepulcral en la cubierta del barco, al chocar los cuerpos con la nave, entre los escombros, -sillas y puertas-, del lujoso trasatlántico. Ahí se encontraba Uruchurtu también. 

El 20 de abril, la Secretaría de Relaciones Exteriores, (SRE), informaba a la Cámara de Diputados en un oficio, que “…está perfectamente confirmado que el señor diputado licenciado don Manuel Uruchurtu, era uno de los infortunados pasajeros del Trasatlántico Titanic. Y aunque su nombre no aparece en las listas de los supervivientes de la catástrofe publicadas hasta hoy, lo más probable es que el señor Uruchurtu haya muerto, a no ser que por una feliz casualidad se hubiera salvado en algún bote, junto con otros pasajeros de los que se tienen las mismas esperanzas, aunque desgraciadamente muy remotas…”.

Mientras la prensa de ese día detallaba la campaña de Victoriano Huerta en el norte e informaba la muerte y honras fúnebres de Benito Juárez Maza, gobernador de Oaxaca e hijo del Benemérito, en la siguiente sesión del Congreso, -en las calles de Allende y Donceles-, los diputados guardaron un minuto de silencio por el mexicano que descansaba en las profundidades del Atlántico Norte.

Al concluir su viaje, el Capitán Hattorf obsequió a Gustavo Aguirre Benavides, la carta de navegación del buque alemán S.S. Frankfurt, con las anotaciones del hundimiento del Titanic.

Se dice que en 1924 Elizabeth Ramell Nye viajó a Veracruz para encontrarse con la viuda de Uruchurtu y contar la historia de su esposo.

Gustavo se recibió de Ingeniero Electricista en junio de 1917 en Washington, D.C. En 1930 partió con su familia a la ciudad de México y en poco tiempo era catedrático de la UNAM.

Llegó a ser Director del Instituto de Biología, y cuando el célebre árbol de la noche triste fue quemado por unos vándalos, Gustavo certificó el daño causado. Recuperó un retoño y lo llevó a plantarlo en Parras, Coahuila, donde se encuentra actualmente.

Gustavo murió el 14 de abril de 1982. A su muerte tenía 85 años y el destino quiso cerrarle el círculo, exactamente a 70 años de la tragedia del Titanic. 

A las semanas de su muerte, su hijo Eugenio Aguirre descubrió entre los papeles de su padre, un viejo documento doblado en cuatro partes y de color amarillo: Se trataba de la carta de navegación que le obsequió el capitán de aquella nave, que trató de llegar a salvar vidas el 15 de abril de 1912.

Esa fue la condición de Gustavo: Ser testigo de la más grande tragedia en la historia de la navegación marítima.

Por cierto, el 31 de mayo pasado, murió también la última sobreviviente del Titanic, -Millvina Dean-, a los 97 años.
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