Citas memorables de la historia de México

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sábado, 18 de abril de 2009

La Carta


En un comunicado enviado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, (SRE), a los coordinadores parlamentarios representados en la Cámara de Diputados, la Presidencia de la República les invitaba a la cena de Estado, que con motivo de la visita del presidente norteamericano, Barack Obama, ofrecería en el Museo Nacional de Antropología e Historia en la noche del 16 de abril.

En rueda de prensa, el diputado Alejandro Chanona Burguete (Convergencia), informó que la licenciada Betina Chávez, directora general de Coordinación Política de la Secretaría de Relaciones Exteriores, llamó “diciendo que se había dado un ajuste en el formato de la cena, por lo cual tenía que retirarme la invitación”.

Por su parte, la Junta de Coordinación Política de la Cámara Baja, en voz de su presidente, el diputado Javier González Garza (PRD), anunció que ese órgano de gobierno, acordó no aceptar la invitación al banquete, toda vez la descortesía provocada por la SRE.

Seguramente ni la Embajada norteamericana ni el propio equipo del presidente Obama, supieron de la decisión de los organizadores, y que resulta como de mal gusto.

De manera genérica, un colaborador cercano de un funcionario de alto nivel, como un secretario particular, tiene entre otras funciones, la coordinación de sus actividades así como de las personas con las que debe entrevistarse, el manejo de su correspondencia y de sus actividades públicas, pero debe tener el cuidado de advertirle a su superior, de las consecuencias en los actos y omisiones, para no incurrir en una falta de educación. A veces, los secretarios se convierten en grandes amigos de sus superiores.


A su llegada a México, el 28 de mayo de 1864, Maximilano de Habsburgo conoció al joven José Luis Blasio, quien ascendió al cargo de secretario particular de Maximilano, en virtud de que hablaba francés y alemán, en substitución de Nicolás de Poliakóvitz, su secretario, quien sufrió un accidente a caballo. Desde ese entonces, Blasio –como a las 4 de la mañana de cada día- se encontraría con Maximilano para acordar con él, hasta su fusilamiento.

A partir de la entrada de Maximiliano, el presidente Benito Juárez se hacía acompañar de su fiel Camilo, un indio zapoteca que le servía de criado; del teniente Felipe Azcárate, su jefe de ayudantes; así como de su cochero, Juan Udueta, quien lo llevaría a recorrer el país en el carruaje, tratando de salvar a la República.

Blasio fue quien redactó la carta en la que Maximilano le ofrecía a Juárez incorporarse a su gabinete; por su parte, el Benemérito le contestaba, que “… ya debe usted suponer que el delicado e importante cargo de Presidente de la República absorbe casi todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche. Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado a sostener la integridad nacional, la soberanía e independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos para corresponder al depósito sagrado de la Nación que, en el ejercicio de sus facultades, me ha confiado. Sin embargo, me propongo, aunque ligeramente, contestar los puntos más importantes de su citada carta … […]”.

Mientras Maximiliano vivía en la opulencia y la majestuosidad del Castillo de Chapultepec y su corte, Juárez en la sencillez y arropado por la guerrilla mexicana que combatía espontáneamente al invasor extranjero; mientras el Castillo de Chapultepec era adornado con ornamentos traídos de Europa, Juárez, a veces, dormía en su carruaje, rodeado del batallón que le acompañaba; mientras Carlota escuchaba su canción favorita “La Paloma”, acompañada de la señora Pacheco, su dama de honor; Juárez era acompañado por Camilo, quienes intercambiaban diálogos en zapoteco.

Blasio redactó las órdenes y comunicados de Maximiliano durante su estancia en México. Redactó la disposición del emperador por la que el monarca se designaba un sueldo de 1 millón 200 mil pesos anuales y para la emperatriz 200 mil pesos anuales. Cuando fue capturado Maximiliano por el ejército Republicano de Mariano Escobedo, una escolta de 8 hombres llevó a Blasio a Capuchinas por petición hecha por Maximiliano a Escobedo, para escribir unas cartas de despedida la princesa de Iturbide, a cuatro ministros y a don Carlos Rubio para pedir que su cadáver fuera embalsamado y llevado a Europa.

Ahí estaba Blasio, quien no pudo contener los sollozos, por lo que Maximiliano le dijo que todos somos mortales y que en ese "... momento supremo necesito de todo mi valor y ustedes con su llanto pueden quitármelo...".

El día de su fusilamiento en Querétaro, toda la gente salía por las ventanas, quizá por cariño, quizá por curiosidad, pero se asomaban al despedirlo. Al bajar del carruaje Maximiliano dijo "...En un día tan hermoso como éste quería morir!....".

En otro orden de ideas, como secretario particular de Benito Juárez, se incorporó su yerno, Pedro Santacilia, quien redactó muchas órdenes y leyes, hasta su muerte en 1872.










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