Citas memorables de la historia de México

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viernes, 7 de noviembre de 2008

Los Honores

En un trágico accidente aéreo al poniente de la ciudad de México, fallecieron el martes pasado, el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, así como el ex subprocurador general de República, José Luis Santiago Vasconcelos, en circunstancias poco claras que, en el marco de la crisis de seguridad, abren la imaginación para realizar especulaciones de todo tipo, con el antecedente que meses anteriores, fue detenido en el D.F. un comando que pretendía ejecutar a Santiago Vasconcelos. Los servidores públicos fallecidos sirvieron a su país, de acuerdo a sus posibilidades, y contando no siempre, con el apoyo de los actores políticos del país, como lo fue, el caso del ex secretario de Gobernación, desacreditado por Andrés Manuel López Obrador, por hacer negocios presuntamente al amparo de su cargo, como subsecretario de Energía con el ahora presidente Felipe Calderón. En el caso de Santiago Vasconcelos, parte de este mundo con el reconocimiento de propios y extraños, por haber logrado desarticular varias organizaciones del narcotráfico y extraditar a los Estados Unidos de Norteamérica a sus líderes. Descansen en paz. Hubo un personaje de la historia de nuestro país, que el pueblo consideró que no merecía las dignidades de un jefe de Estado: Antonio López de Santa Anna, a quien algunos lo consideran fervoroso imperialista, un fanático republicano, un convencido federalista, un irreducible centralista, un apasionado juarista, un feroz antijuarista, un arrogante monárquico, un iluminado clerical, un disimulado jacobino, un fecundo liberal, un conservador extremista, un millonario y miserable, poderoso y perseguido, héroe y villano, dictador, golpista, quien clausuro el Congreso en tres ocasiones (1833, 1842 y 1844), y fue presidente once veces, político influyente, miembro masón del rito escocés antiguo, utilizó tanto el conservadurismo como el liberalismo para preservarse en el gobierno con propósitos dictatoriales y caudillistas; en lo general se le considera un gran traidor con cara, a veces de patriota. El 5 de diciembre de 1838 a consecuencia de la defensa militar que hizo de Veracruz, perdió la pierna izquierda que le fue amputada, para posteriormente, ser sepultada el 27 de septiembre de 1842, al conmemorarse el vigésimo primer aniversario de la consumación de la independencia, con funerales de Estado. Entre las coplas que el pueblo inventó, se hallaba una que era “la protesta de los cadáveres del cementerio por haberse recibido entre ellos una pierna”, dirigida al soberano Congreso, del también llamado “quince uñas”. Con el tiempo y por los actos de un gobierno ciego y audaz que había hecho desaparecer las leyes, creyendo que la sociedad vivía pendiente de su arbitrio como lo fue Santa Anna, el 6 diciembre de 1844 y concedidas todas las garantías constitucionales por parte del nuevo presidente José Joaquín Herrera, 32 diputados marcharon por las calles de la ciudad para retomar simbólicamente el Congreso. Masas delirantes y hartas del Benemérito, se sumaban a la manifestación improvisada por los legisladores. A muchos de ellos los cargaron en hombros mientras gritaban: "…Muera el tullido!…Viva el Congreso!…Con este Congreso, si hay progreso…!!! Alguien dijo: !!!...Vayamos al cementerio de Santa Paula y desenterremos la pata del tullido…!!!, y la avalancha humana se dirigió entonces a gritos, verdaderamente enardecida, al panteón. Entre la chusma eran de distinguirse varios ex ministros de Santa Anna, ex amigos, generales y políticos, quienes le habían jurado lealtad frente al altar de la patria. Generó un clamor popular, sólo comparable con la celebración de la independencia. La muchedumbre llegó al cenotafio y acabó a marrazos con la capilla, mientras se escuchaban sonoros vivas, vítores y ovaciones, la pierna fue exhumada y arrastrada por algunas calles, hasta que fue recogida por el general García Conde. Después, el pueblo se desplazo hasta el Teatro Santa Anna, para destruir el nombre del foro, que con el paso de los años, en 1854, fue testigo de la primera interpretación del Himno Nacional, con la presencia nuevamente de Santa Anna, como presidente de la República.

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