De unos años a la fecha se ha vuelto
popular la llamada subcultura de los mirreyes y ladies, como aquellos hijos de
servidores públicos de primer nivel, o bien, algunos integrantes de la clase
política, cuya característica es disponer de una manera patrimonialista, los
recursos públicos bajo custodia de sus padres, o de ellos mismos, inclusive.
En este contexto se encuentra el director
de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld, al ser descubierto
en unas imágenes por un vecino de Huixquilucan d donde se desprende que el martes
de semana santa dicho servidor público se disponía a abordar junto con su
familia, el helicóptero de Conagua que lo llevaría al aeropuerto para abordar
su avión y disfrutar de unas vacaciones.
Al saberse descubierto, Korenfeld no tuvo
más que reconocer la falta, en la que el tema no es el costo por el uso de la
aeronave, sino el engaño y abuso en el ejercicio de su encargo para disponer de
manera personal, de bienes que están bajo su resguardo.
Otro escandaloso ejemplo, son los lujos
de los hijos del líder del sindicato petrolero y senador por el PRI, Carlos
Romero Deschamps, cuando su hija Paulina se daba el lujo de llevar a sus perros
de raza pug en un jet particular, a pasear en Champs-Élysées en Paris, capital
de Francia.
También estos excesos pudieron haber sido
para pagar el ferrari de 25 millones de pesos del hijo del citado líder
petrolero. A cambio, no hemos recibido los reportes de transparencia en el uso
de los recursos públicos que el gremio citado ha recibido.
Aquí radica el escándalo, porque cuando
solo algunos son los verdaderos beneficiarios del poder político, ocupando
posiciones en el gobierno, en la que son identificados plenamente como
integrantes del jetset mexicano, otros están “jodidos, pero contentos”, en palabras de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a cuya aspiración sólo puede
generarle unos cuantos pesos diarios.
Para estos mirreyes o ladys que ocupan
cargos públicos de responsabilidad, los problemas de política pública que
conocen se circunscriben a los de su círculo de vida en Polanco o Lomas en la
ciudad de México; Cumbres o San Jerónimo en Monterrey, N.L. o Colinas de San
Javier o Valle Real en Guadalajara, en las que desconocen que hay vida afuera
de estas colonias, despreciando todo aquello que tenga que ver con lo social.
En este nicho podrían encontrarse
directores de área, secretarios particulares, asesores o consultores, algunos
de ellos pubertos maleducados, recién egresados de alguna facultad quienes a
falta de talento político lo substituyen con dósis de desinterés, descortesía y
hasta majadería, cuyo única preocupación es elegir el próximo destino en su viaje
de placer, ya sea de playa o de ciudad. Algún país de Europa o Asia
posiblemente será el mejor refugio para descansar de unas duras jornadas de
trabajo, luego de la extenuante tarea de atender al público.
No conocen límites y en el mejor de los
casos, serán promovidos para alguna diputación federal plurinominal, claro,
porque no se les da convivir con la ciudadanía, motivo para devengar su
salario.
Por eso es que el helicóptero es sólo una
muestra de la inmoralidad en que viven. Así y “Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer
de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una
voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar
fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente
al trabajo, resignándose a vivir en la honrada medianía que proporciona la
retribución que la ley haya señalado [...]”: Benito Juárez, ideario
político sobre la austeridad.
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