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miércoles, 12 de octubre de 2011

La democracia constitucional

El viernes pasado comenzó formalmente el proceso electoral federal 2012, que como usted sabe la joya de la corona recae sobre la Presidencia de la República, en cuyo objetivo los partidos políticos han puesto sus miras.

Paralelamente, un grupo de ciudadanos, académicos, gobernantes y políticos, han plasmado en un desplegado, ideas y pronunciamientos públicos con miras al buen desarrollo de los próximos comicios federales.

Se pronuncian por que la democracia marque diferencias pero no enemistades, entre una serie de mensajes con destino a los probables candidatos, en el que concluyen que si ningún partido dispone de mayoría en la Presidencia y en el Congreso, vaticinan que será necesario un gobierno de coalición basado en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, con responsabilidades de manera compartida.

Queremos un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una república. El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la nación”, señala el comunicado.

Con un Instituto Federal Electoral (IFE), mutilado por la falta de tres Consejeros, así comenzó este proceso y cuyo fin será conocido hasta las últimas horas del domingo 1 de julio y las primeras del 2 del mismo mes.

Más allá de una democracia constitucional, muy probablemente la ciudadanía lo que desea es ver reflejada en la mesa de su casa, una mejoría que lleve calidad a su hogar; quiere ver de vuelta a sus hijos y sus padres de familia, luego de una extenuante jornada de estudio o laboral ante la crisis de seguridad que está perdida –por ahora-, y tan prometida con mensajes triunfantes que no han llevado a nada.

Desea un estado de derecho, en el que prevalezca verdaderamente la aplicación de la justicia, que se encuentre en la cárcel el que haga un daño a la sociedad y no el menos desprovisto de los medios económicos para su defensa jurídica. Esto, también es democracia.

El mensaje está destinado para que cualquiera que sea el resultado, sea aceptado por los contrincantes. Que no haya polarización en la sociedad; que prevalezca la madurez política en quien gane y en quien no le favorezca el voto.

La República no merece mesías; ni galanes de telenovela; mucho menos tecnócratas que crean saber cómo hacerle: El país quiere gente comprometida; como el obrero que día a día sale de su casa, todavía a obscuras, para ejercer el papel que le corresponde en el proceso de producción. Quiere una clase política que no haga del ejercicio de ésta, su modus vivendi a costa del erario público y de la ciudadanía, en un ejercicio de colonización de los espacios públicos, de manera inmoral.

Quiere ver servidores públicos dispuestos a servir al país y sus ciudadanos, y no los intereses obscuros que podrían ejercer presión para corromperlo. La nación desea ver a todos sus hijos en el camino de la prosperidad, no a un gobierno que impulse políticas públicas mediocres y grises, como medio de control social.

Mientras Juárez consolidó la República, Díaz la impulsó económicamente. Juárez gobernó 11 años y Díaz 30. En relación a la legalidad, sinónimo del dicho de la justicia que se le adjudica, señaló a sus hijos que “…Nada con la fuerza: todo con el derecho y la razón: se conseguirá la práctica de este principio con solo respetar el derecho ajeno…”.

Con Juárez difícilmente hubo República, -entendida como separación de poderes-, dado a su movilidad por el país, además, se dice que para conservar el poder, hizo uso de prácticas amañadas e imposiciones, durante los procesos electorales presidenciales de 1861, 1867 y 1871.

En algún otro momento, el país vivió un momento de democracia constitucional: En sesión del 15 de diciembre de 1861, Vicente Rivapalacio, presidente del II Congreso, se dirige al Presidente Juárez, a quien la asamblea le otorga facultades extraordinarias para hacer frente a la intervención francesa, “La historia enseña que todas las naciones, para llegar a la reforma y a la verdadera civilización, han tenido que pasar por pruebas terribles y por dolorosos sacrificios, y muchas veces los pueblos más poderosos debieron tocar el borde del abismo y, sin embargo, pudieron salvarse por la fe y la unión entre sus hijos”.

El triunfo de Benito Juárez encabezando a los liberales en la Guerra de los Tres Años, llamada también Guerra de Reforma, en 1861. Luego de las hostilidades y una vez de regreso a la paz pública, el pueblo es convocado a elecciones de presidente de la República, y al no llegar a tiempo las actas al Congreso, erigido en Colegio Electoral, los diputados, anticonstitucionalmente, decidieron otorgarle el triunfo a Juárez por 61 votos contra 55.

En 1871, una vez más Juárez gana las elecciones presidenciales y se resalta la anécdota discreta del general de Irineo Paz, crítico de Benito Juárez y abuelo de Octavio Paz, en la que dedicaba sus coplas al benemérito, como sigue: “¿Por qué si acaso fuiste tan patriota, estás comprando votos de a peseta? ¿Para qué admites esa inmunda treta de dar dinero al que en tu nombre vota?”.
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