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viernes, 20 de mayo de 2011

Una opción: la renuncia

Uno de los puntos del discurso de Javier Sicilia, al término de su caminata por la paz -con dignidad y justicia-, fue la renuncia del secretario de Seguridad Pública Federal (SSPF), Genaro García Luna y sobre la cual, el secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré, salió a ratificar su permanencia en el Gabinete.

Casi nadie a volteado a ver que probablemente, en el fondo de los escándalos del Instituto Nacional de Migración (INM), se encuentre una parte del problema de inseguridad nacional, en la que fueron removidos delegados del INM en siete Estados de la República, además de la rotación periódica de personal del organismo, así como la aplicación de exámenes de confianza a 1,500 funcionarios, para evitar prácticas irregulares o posibles vínculos con la delincuencia organizada.

La caja de pandora se abrió, luego de que se descubrieran los cadáveres de 70 inmigrantes ilegales en San Fernando, Tamaulipas, en la que de una manera olímpica y villamelón, su extitular Cecilia Romero, se deslindara y fuera protegida por el poder, al ser designada como Secretaria General de su partido, el PAN.

No se sabe si este escándalo mediático haya sido para desviar la atención de la opinión pública sobre el secretario García Luna, pero más allá de la renuncia, debería también investigarse los vínculos operativos y administrativos que tenían los delegados desplazados de sus cargos.

Muy pocos han volteado a las aduanas, como puerta de entrada de las armas ilegales, como la maniobra “rápido y furioso” dado a conocer por un agente norteamericano, ya que probablemente se pudieran abrir líneas de investigación hacia el personal de la SSPF o seguramente de Aduanas, con los que los ahora exservidores públicos hayan tenido relación.

Mire usted, de haber prosperado la renuncia de García Luna, no hubiera solucionado la inseguridad; y quizás se hubiera caído lo poco o mucho que hasta ahora haya hecho el todavía secretario García Luna.

Pero mire usted, le comento que como una opción para vencer, es que se le dirigió con el carácter de guerra santa a los primeros intentos de la independencia, -entre realistas e insurgentes: Es sabido que Hidalgo adoptó un estandarte de la Virgen de Guadalupe y sus tropas habían fijado su imagen en palos, carrizos y sus sombreros.

Tiempo antes, Pedro García en “Con el cura Hidalgo en la guerra de Independencia”, dice que la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en Dolores, Guanajuato, Hidalgo dijo: "Mis amigos y compatriotas: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbre; … … ¡Viva pues la Virgen de Guadalupe!”.

"El cura es un santo... la Virgen le habla varias veces al día..." se oía entre la tropa, por lo que muy probablemente de aquí salga el refrán popular: "...Te haces que la Virgen te habla...".

En contraste, los realistas encomendados a la española Virgen de Los Remedios, y bendecidos para la campaña por el alto clero de la Nueva España, le habían declarado la guerra a la guadalupana: cuando los realistas encontraban una imagen de la Virgen morena en algún templo, era sujeta a juicio sumario y fusilada, lo mismo hacían los insurgentes con la de Los Remedios.

Como las estrategias arriba citadas, de igual manera pasó desapercibido en las pasadas fiestas bicentenarias, Epigmenio González, capturado por los realistas en la noche del 15 de septiembre de 1810 y enviado a Filipinas, volviendo a México en 1836 y al responder su identidad al nuevo gobierno, afirmo “… Soy Epigmenio González, uno de los padres de la patria, el primer armero de la revolución…”, a lo que obtuvo como respuesta: “… No, ¿cómo va a ser? La lista oficial es Hidalgo, Allende, Morelos, Aldama… Para ser padre de la Patria hay que morir de manera gloriosa y estar en la lista oficial. Usted no está en la lista…”.

Y así bajo la ignorancia de un infeliz burócrata, González terminó su vida como velador de un museo en Guadalajara, donde murió el 19 de junio de 1858. 
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