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miércoles, 11 de mayo de 2011

Las consecuencias

Muy seguramente las familias víctimas de las casi 40 mil muertes que ha dejado la mal llamada guerra contra la inseguridad, -programa de la actual administración federal-, optaron por protestar pacíficamente en una marcha silenciosa en pro de la paz.

Convocada por Javier Sicilia, ciudades como Cuernavaca, Cd. Juárez, Torreón, Guadalajara y el Distrito Federal, vieron cómo los hijos de este país reclamaban a su autoridad la tan ansiada seguridad.

Pero mire usted, en reciente entrevista, el Primer Mandatario sugirió que la responsabilidad sobre el estado de inseguridad, recaía también sobre los mandatarios estatales y municipales, es decir, no sólo sobre la Federación.

Unas horas antes de que comenzara la marcha en comento, el presidente Felipe Calderón insistió en que no retirará la estrategia que ha llevado a cabo y pidió comprensión a la ciudadanía. Por su parte, Javier Sicilia respondió que parece que el Ejecutivo Federal no entendió o está mal informado, ya que no están contra el gobierno, -afirmó-, y precisó que el movimiento que él encabeza, no puede comprender una guerra mal dirigida o mal planeada.

En otras palabras, que un tema de seguridad nacional -como es la dimensión que tiene este problema-, sea desplazado y reducido al de inseguridad.

A su conclusión en el Zócalo del D.F., Javier Sicilia leyó un comunicado en el que solicita la renuncia de Genaro García Luna, -secretario de Seguridad Pública.

Otra de las ideas principales de Sicilia en su discurso, es que acusó a la clase política y los poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas, como posibles cómplices, es decir, la estructura institucional y del poder.

Insiste en que el movimiento que encabeza, no aceptará una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y sometido, al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos.

Afirmó que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia, de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. Aseguró que en todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho del país.

Cuando el discurso principal de la Marcha es la inseguridad, mezcló otros temas de la agenda nacional, seguramente invocadas para su movimiento, -legítimo, por supuesto-, como un llamado a abrir los ojos, pero más allá de eso, pudiera estarse gestando un movimiento de la ciudadanía, -para desplazar a la clase política en el siguiente proceso electoral-, de aprobarse la reforma política por la que otorga a los ciudadanos la posibilidad de candidaturas ciudadanas.

El tema no es el PRI, el PAN o el PRD: el tema es la inacción de los partidos en el ejercicio del poder.

En el pasado hubo varios avisos de alguien que no midió las consecuencias: Al levantarse el movimiento de independencia, Hidalgo invitó en octubre de 1810, al joven teniente Agustín de Iturbide, a incorporarse a las filas insurgentes con el grado de Teniente General, quien declinó la invitación para dirigirse a la Muy Noble y Leal Ciudad de México, para ratificarle su lealtad al Rey de España y de quien se sabe que su trato como combatiente y autoridad fue cruel y en exceso, razón por la cual, se le negó el ascenso a general.

Cuando Iturbide se entrevista con Vicente Guerrero en febrero de 1821, para sellar la alianza política y militar con el abrazo de Acatempan, todavía unos meses antes Iturbide seguía persiguiendo y matando insurgentes.

Un testigo presencial de la coronación de Iturbide, dice que en el momento en el que el obispo Juan Cruz Ruíz de Cabañas le colocaba la corona sobre su cabeza, el presidente del Congreso le decía: “sujétese bien la corona, no se le vaya a caer”.

Un siglo después, en 1921, el diputado Antonio Díaz Soto y Gama propuso que su nombre fuera retirado del muro de honor en letras de oro en el Congreso, por carecer de merecimientos necesarios. Juzgue usted las consecuencias.
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