Citas memorables de la historia de México

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sábado, 10 de octubre de 2009

El procedimiento



Cuando el 3 de agosto de 2001, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) autorizó la venta del Grupo Financiero Banamex a Citigroup, por un monto de 12,447 millones de dólares (mdd), esta operación quedó exenta de impuestos y bajo el siguiente procedimiento: primero, el 50% mediante el intercambio de acciones de Citigroup por las de Banamex, y segundo, el restante se liquidó en efectivo bajo tres modalidades a elección del tenedor de las acciones. 

Entre los activos vendidos, se encuentra la casa donde vivió Agustín de Iturbide, en el centro histórico de la ciudad de México: una barbaridad. Ahora, el Senado acordó interponer una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia (SCJN) contra el Ejecutivo Federal, por la participación económica del gobierno Norteamericano en Citigroup, ilegal en nuestro país. 

Mientras tanto, en la Cámara Baja se instalaba la Comisión de Presupuesto, que preside el diputado Luis Videgaray, ex secretario de Finanzas del gobierno del Estado de México, quien advierte que es poco el tiempo que hay para elaborar el dictamen del presupuesto para el año 2010, y propone un procedimiento de trabajo: legalidad, apertura y orden. En el bosque de Chapultepec existe un personaje sin igual.

Se trata de un árbol ahuehuete, que dice la leyenda que fue plantado por Netzahualcóyotl en el año 1460, a petición de Moctezuma. Este árbol estuvo bajo el cuidado de sus guardianes, -indígenas, con la misión de conservar la sacralidad del lugar. Se dice que el árbol, -como máxima autoridad del bosque-, era una puerta dimensional, en donde los sacerdotes toltecas lograban transportarse a otros mundos: un lugar místico.

Cuando Moctezuma se enteró de la llegada de los españoles, se dirige al árbol, tratando de transportarse, -como los sacerdotes toltecas-: pide permiso al árbol, se lo niega y le dice que vaya a enfrentar su destino de emperador, sea cual fuere. A mediados del siglo XIX, este árbol fue bautizado por los cadetes del Colegio Militar como “El Sargento”.

Los niños héroes, encabezados por el teniente Juan de la Barrera y entusiasmados por los guardianes de “El Sargento”, -una pareja de cocineros del Colegio Militar-, se dirigen a pedirle permiso y solicitarle las claves para combatir al enemigo invasor de 1847 de Chapultepec. Los guardianes consideraban a los menores como aspirantes a guerreros sagrados, pero a Juan de la Barrera, quien encabezó el contingente, lo consideraban como el más espiritual. Habían adquirido un nivel de conciencia. 

Los menores frente al árbol, le argumentaron que esa guerra debía ser ejercida, no como una simple lucha militar, sino como una lucha sagrada, -como la que sostuvo Cuauhtémoc o Juana de Arco-, de la cual dependía el futuro de la patria. 

Se dice que el árbol, inicialmente, se negó a darles información, y los menores, al ver la resistencia del ahuehuete y en un acto de inocencia, lo amenazaron con fusilarlo y colocarle un anuncio: “este árbol es un traidor”. Conmovido con el noble y glorioso gesto de los menores, “El Sargento” les otorgó el procedimiento: las claves de la lucha ritual así como la letra de lo que posteriormente sería el himno del Colegio Militar. Los generales Nicolás Bravo y Mariano Monterde, el último director del Colegio Militar, se convencen de que Santa Anna no les enviará refuerzos. El 13 de septiembre, los 800 soldados y 40 cadetes que defendían el Castillo de Chapultepec, sucumben ante la fuerza de más de 10,000 soldados invasores. 

El primero en morir fue Juan de la Barrera en los límites del bosque; el segundo fue el cadete jalisciense Francisco Márquez cuando bajó del castillo a enfrentar a los invasores, cerca del “El Sargento” con la sorpresa de ver a un niño con uniforme haciéndoles alto, le disparan cayendo muerto, y en un acto de reconocimiento y respeto, los soldados norteamericanos guardan silencio, interrumpen sus cantos y rodean el cadáver. El resto se hallaban en el Castillo en espera del enemigo. 

La historia reconoce a Juan Escutia como el que se arrojó con la bandera antes de que el enemigo la tomara como trofeo de guerra, lo mismo hicieron Santiago Xicoténcatl y Margarito Zuazuo. 

Esta batalla se perdió por la complicidad de Antonio López de Santa Anna con el invasor: Suministraba, -de manera oculta-, provisiones de boca y de guerra, bloqueaba operaciones militares mexicanas y facilitaba las invasoras, entre otras. Hubo una rebelión de militares, que en guerrillas combatía al enemigo. 

No eran reconocidos: la primera vez que surgen los nombres de algunos de los cadetes es en el Parte de las operaciones ejecutadas por la 3ª. Brigada de infantería del Ejército Mexicano, en los días 12 y 13 de septiembre de 1847, que rindió Joaquín Rangel, destacando a los que murieron en la batalla. 

Hasta 1870, el primer libro de texto de historia que hace referencia pública a los alumnos del Colegio Militar, -limitándose a indicar que realizaron actos valerosos,- fue el Compendio de la historia de México de Manuel Payno. Este mismo año, el licenciado Ignacio Burgoa y el presidente Municipal de la ciudad de México, Antonio Sola, solicitaron al presidente Benito Juárez que declarara día de luto nacional el 13 de septiembre, y lo invitaron también a asistir al acto que prepararon para el 8 de septiembre de ese año. 

Desde la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada y durante la de Porfirio Díaz, enfrente de ‘‘El Sargento’’ retumbaban las salvas de fusiles que los cadetes debían disparar a un tiempo, causando gran emoción entre el público por su precisión. 

Un factor fundamental del proceso de reconocimiento, fue el decreto del 3 marzo de 1884, que establecía que en el Colegio Militar se pasara lista de presentes a los cadetes muertos en 1847, en que se debía responder con un convincente ‘‘!Murió por la patria!’’.

En el centenario de la batalla de Chapultepec de 1847, el Congreso de la Unión por conducto del presidente de la Cámara de Diputados y del Senado, Alejandro Gómez Maganda y Fidel Velázquez, respectivamente, develan en el muro de honor la leyenda "A los niños héroes de Chapultepec" en letras de oro. En 1950, la celebración de los hechos de 1847 tuvo también como telón de fondo la ‘‘buena vecindad’’.

El embajador estadounidense Walther Thurston, por encargo —según dijo— del pueblo norteamericano y del presidente Harry S. Truman, entregó 12 banderas que en 1847 fueron hechas trofeo de guerra y llevadas a Estados Unidos. La entrega simbólica fue hecha por cadetes de West Point a sus iguales del Heróico Colegio Militar.
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