Citas memorables de la historia de México

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sábado, 21 de febrero de 2009

Las Fuerzas Armadas


El Senado de la República hizo un reconocimiento al trabajo realizado por las fuerzas armadas mexicanas -ejército, fuerza aérea y armada-, en el marco del 19 de febrero, como día del ejército, al reconocer sus trabajos por recuperar la seguridad, el orden y la legalidad en el país.


Por su parte, el presidente Felipe Calderón, señalaba en Monterrey que “…las fuerzas armadas seguirán combatiendo, sin tregua ni cuartel, donde operen grupos delictivos que intenten apoderarse de comunidades enteras, merced a la inacción, al temor y en ocasiones a la franca cooptación de las autoridades encargadas de defenderlas…”.


La militarización de la seguridad pública comenzó desde el sexenio de Miguel de la Madrid, al incluir mandos militares -en retiro-, para dirigir cuerpos civiles de seguridad. Además del fuero militar, las fuerzas armadas han ocupado los primeros lugares en asignación presupuestal, de un tiempo a la fecha.


Grandes hazañas han cubierto de gloria a las fuerzas armadas mexicanas. Desde las proezas del genio militar de José María Morelos –en Cuautla, por ejemplo-, hasta la participación del Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana en Filipinas; Desde Chapultepec en 1847 hasta la invasión norteamericana en Veracruz en 1914.


Por ejemplo, antes de la batalla del 5 de mayo en 1862, el general Ignacio Zaragoza, Jefe del Ejército Republicano de Oriente, llamaba a sus soldados con “… Hoy vais a pelear por un objeto sagrado, vais a pelear por la patria y yo os prometo que en la siguiente jornada conquistaréis un día de gloria. Vuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra patria. ¡Soldados!, leo en vuestras frentes la victoria y la fe. ¡Viva la patria!...”.


Mientras tanto, el presidente Benito Juárez llamaba al pueblo a la lealtad “… Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar ese atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige con la fuerza. (…) Dejemos siquiera vivo el derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. …”.

Recordemos que luego de la guerra con Estados Unidos en 1847, en la que perdimos más de la mitad del territorio, el pueblo mexicano adquirió experiencia y junto con el oprobio, aunado al odio con que lo recordaba, construyó un sentimiento de nacionalismo. El telegrama dirigido al presidente Juárez informando del triunfo, señalaba que: “…Las armas mexicanas se han cubierto de gloria…”. Leales a la República, ganamos.


Más recientemente, el 28 de mayo de 1942, la Cámara de Diputados aprobó el decreto del presidente Manuel Ávila Camacho, luego de que Alemania hundiera dos navíos petroleros mexicanos -el “Potrero del Llano” y el “Faja de Oro”- iniciando a la única participación de México en las guerras mundiales. México envió una nota de protesta a los países del Eje por intermedio de la legación diplomática de Suecia, pero Alemania se negó a recibirla, Italia y Japón no contestaron. De fines de junio a principios de septiembre de ese año, los submarinos alemanes hundieron -en el Golfo de México-, 4 barcos más: Tuxpan, Las Choapas, Barco Oaxaca y Amatlán.


A su regreso, los pilotos mexicanos fueron recibidos por el Congreso en noviembre de 1944 como héroes. El diputado jalisciense Adalberto Ortega Huizar integró la comitiva que los recibió y los acompañó hasta el interior del recinto parlamentario, donde un nutrido aplauso de pie los ovacionó y reconoció.


Ahora, la ciudadanía lanza a los cuerpos de seguridad pública del país, el siguiente llamado: “… Soldados de la República: recordad que la misión del ejército es defender las instituciones y no la de ser el sostén inconsciente de la tiranía; por tal motivo, escoged: o bien seguiréis sosteniendo (…) una era de luto, de dolor y de ignominia, o bien (…) labraremos la felicidad de la patria, y por el camino de la Constitución, de la libertad y de la justicia, la llevaremos a ocupar el alto puesto que merece entre las naciones civilizadas. …”.

Se trata de la proclama al ejército libertador, dado por Francisco I. Madero, el 5 de octubre de 1910 en San Luis Potosí.
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