En un mensaje a quienes no reconocen los
avances de su administración, el presidente Enrique Peña Nieto retó a los
pesimistas a quienes les quiere demostrar y acreditar que vamos (sic) por la ruta
correcta y hay cifras alentadoras.
El viernes pasado y durante un acto en el
Estado de México, presumió que la tasa de inflación es la más baja de la
historia, equivalente al 2.59% anual, no vista desde hace 40 años; que se han
generado 1.5 millones de empleos en lo que va del sexenio, entre otras cifras.
Pero es probable que el pesimismo al que
se refiera el Primer Mandatario lo sea, la falta de reconocimiento ciudadano en
el impacto de las once reformas derivadas del Pacto por México, celebrado con
todas las fuerzas políticas del país, a principios de su mandato.
Desde luego que se esperaba mucho más de
la reforma energética, de la fiscal y de la hacendaria, como ejes rectores de
la política económica del país, pero que por factores externos o quizás por
proyecciones mal calculadas, sus efectos no puedan notarse al corto plazo.
Respecto de la energética, el precio del
barril del petróleo y la paridad del peso frente al dólar, fueron los causantes
del desplome de las expectativas en el ingreso petrolero; sobre las reformas
fiscal y hacendaria, comienza a resaltar que un mal cálculo pudo haber sido el
causante del malestar en la ciudadanía y el empresariado mexicano.
Pudiera tener razón el Ejecutivo Federal,
cuando en el juicio aludido sólo toma en cuenta los subsistemas económicos,
como las reformas citadas, para señalar que hay pesimistas por las cifras de su
último Informe de Gobierno, y que pueden ser motivo de largas charlas entre
monetaristas o keynesianos, o entre liberales y conservadores.
El pesimismo ciudadano bien podría
ceñirse sobre los niveles de impunidad y corrupción, que hacen que los
esfuerzos realizados en diseñar e implementar las once reformas, -entre las que
se encuentran la energética, la fiscal o hacendaria-, no tengan el impacto
deseado en el ingreso, cuando no se tomó en cuenta la impunidad que produce la
corrupción de algunos personajes.
Comienza cuando en un tibio esfuerzo, el
gobierno no combate la impunidad, sino que parece que administra la corrupción.
Prueba de ello son los esfuerzos del pueblo y gobierno de Guatemala, al
permitir la creación de una comisión internacional para combatir la corrupción,
que permitió llevar a la cárcel a su presidente.
El mensaje que se envía con la
exoneración que hizo el titular de la Función Pública, sobre los señalamientos
de corrupción que pesaban sobre el Presidente de la República y su esposa, es
que no habrá la voluntad política suficiente, para combatir la corrupción e
impunidad, no por lo menos en esta administración.
Por otra parte y cuando para el siguiente
ejercicio presupuestal hay recortes en personal y en programas gubernamentales,
no parece que exista en el ánimo del gobierno como entidad, la reducción de
sueldos de la burocracia de primer nivel, en el que parece que las funciones
sustantivas de sus cargos son más importante que mantener una austeridad.
Por todo esto, y más, el pesimismo no es
por los resultados en las políticas públicas o en los programas de gobierno,
sino en la corrupción y en la sensación de impunidad que prevalece en el ánimo
ciudadano.
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