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miércoles, 7 de marzo de 2012

¿Qué quieren los candidatos?


El pueblo manda, el mandatario obedece, rinde cuentas y se somete al escrutinio de la sociedad”, versa un principio de la democracia, en el que cada vez tenemos más información de los programas y acciones de gobierno, y a la par, también tenemos menos rendición de cuentas, ya que la detección de conductas indebidas en los hombres públicos casi nunca tiene consecuencias.

Reflexión que nos debemos hacer, ahora que próximamente candidatos de todos los partidos políticos, nos entonarán el canto de las sirenas para obtener nuestro voto, con miras al ejercicio del poder público.

Los próximos gobernantes deben comprometerse a asegurar que desaparezca la impunidad en el ejercicio del poder, que además de que mucho afecta el estado de derecho, trastoca las fibras más sensibles de la sociedad, al enquistarse conductas inadecuadas, en cuyos promotores o delincuentes, no son procesados y en el que el estado de derecho es visto como un juego a vencer para el enriquecimiento.

En lugar de castigar a los servidores públicos que delinquieron, se les encubre, se les justifica, se les protege, se les solapa o ampara y en el absurdo, son premiados. Unos a otros se conocen sus artimañas, en el que la complicidad y el intercambio de complacencias alimentan la corrupción e impunidad.

En una explicación a la corrupción mediante una conducta humana, se dice que “el que nunca tiene y llega a tener, loco se quiere volver”,  que parece perfecto al también conocido como síndrome de hibris, en el que el paciente llega a desarrollar un carácter irracional y desequilibrado -en desmesura en el proceder- del poderoso hacia el débil, como un sinónimo de arrogancia, falta de humildad, soberbia, o desprecio, en este caso, hacia el gobernado.

Así las cosas, es que en complicidad y corrupción de funcionarios es que sucedieron hechos como la muerte de 49 bebes en la guardería ABC de Hermosillo; la muerte de 53 personas en el incendio del Casino Royale en Monterrey, N.L.; la deficiente calidad de la educación pública mexicana, de la mano con el poderoso y corrupto sindicato magisterial dirigido por Elba Esther Gordillo; la construcción de la estela de luz; no puede faltar, por supuesto, el Fobaproa, el Pemexgate, los Amigos de Fox, la macrolimosna, y las ligas de Bejarano, entre otros.

Seguramente la joya de la corona y para demostrar que muy probablemente son cómplices, -sin importar el color de su preferencia-, fue la modificación que en 2009 hicieron legisladores a la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación, por la que suprimieron a sus partidos políticos, la obligación para que sean fiscalizados por la Auditoría Superior de la Federación, luego entonces, con libre disposición de recursos públicos sin necesidad de informarlos o de auditarlos.

Ah! pero varios integrantes de nuestra clase política cree que nadie se da cuenta. Algunos deben pensar que nuestra ciudadanía es tonta y que no razona; que el hecho de ofrecer su voto es patente suficiente para violar los más elementales códigos de ética y honradez, -no proporcionados en la escuela pública mexicana-, sino los que recibimos en nuestra casa y los que la vida misma nos han enseñado, como personas y como mexicanos, no más.

Algunos personajes de la vida pública, consideran los espacios públicos, -como diputaciones, regidurías, presidencias municipales o senadurías-, como patrimonio propio, para ser colonizado o explotado, con la característica de ser heredable a su descendencia, en el que los apellidos son reconocidos y no hay cabida para alguien más aspire a servir y no a servirse del poder.

Por eso es que la ciudadanía no siente identidad con algún candidato, aunque crea éste que es un rayito de esperanza, por la demagogia en sus palabras –o en el calzado tenis de sus hijos-; o aquel que desconoce los libros que más lo han influenciado en su vida, aunque su ignorancia sólo sea carne de cañón político; o el candidato de aquel partido que emprenda la aventura electoral con la bendición y probable apoyo de la jerarquía católica, como si el indígena procurara la venia de su evangelizador.

 “Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos, no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala". Lo dijo Benito Juárez.

Luego entonces, ¿de verdad quieren servir? ¿O sólo quieren aspirar para perpetuarse y lograr buenos negocios al amparo del cargo? ¿Qué quieren entonces los candidatos?.
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